Los ataques lanzados contra personas y empresas del GEA como consecuencia del terremoto en EPM, demuestran superficialidad, mala fe y desprecio por lo que no esté centrado en la capital.
No es exagerado afirmar que las compañías que conforman el Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) constituyen la columna vertebral del progreso y la estabilidad de esta región. Son claros líderes nacionales, y en ciertos casos internacionales, en los campos en que se desempeñan.
El impacto positivo que ya ejercían sobre Medellín y Antioquia se ha ido extendiendo en las últimas tres décadas a todo el país. La generación de empleo de calidad y su capacidad de innovación, sin olvidar las ingentes sumas pagadas por impuestos, han sido fundamentales para cientos de comunidades a lo largo y ancho de Colombia.
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Grupo Argos, Sura, Bancolombia y Nutresa, como empresas centrales del conglomerado, son garantía de solidez, ética y continuidad de propósito en un entorno político y económico que recientemente se ha tornado más complejo y negativo.
Es posible que la clave de su éxito radica en que no tienen dueño único. Claro, tienen dueños mayoritarios en el sentido de que cada empresa posee cierto porcentaje -importante, más no dominante- de la propiedad de las demás. Pero el grueso de la propiedad de todas ellas está en miles y miles de accionistas.
Los directivos son de carrera y ascienden a las posiciones de mando tras haber demostrado sus capacidades en el terreno y tras muchos años de experiencia y compromiso. Ninguno llega en paracaídas, por recomendaciones interesadas ni por ser dueño o hijo del dueño.
Son empresas todas certificadas por los máximos organismos internacionales en sostenibilidad, transparencia, impacto ambiental, responsabilidad social y prácticas laborales.
Mirar hacia este grupo de empresas, además de otras similares como el Éxito, Corona, Orbis, Bios o el grupo Corbeta, todas de origen antioqueño, sirve para devolver la esperanza de que, a pesar de las dificultades, tenemos con qué y con quién.
Los ataques que se han lanzado, en especial desde Bogotá, en las semanas recientes contra personas y empresas del GEA como consecuencia del terremoto en EPM, solo demuestran superficialidad y mala fe. Además de un claro desprecio por lo que no esté centrado en la capital.
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Con gran altura y sin perder dignidad ni su acostumbrado bajo perfil, han salido a defenderse, esgrimiendo argumentos simples que, por su contundencia, deberían avergonzar a sus malquerientes.
Aun así, es de esperar que la tormenta continúe en los años venideros. Tendrán que prepararse mejor para enfrentar el odio contra ellas que ciertos conocidos personajes con ambiciones infantiles de poder querrán agitar hasta el extremo.