La cuarentena y las medidas de cuidado y autocuidado que nos ha exigido la pandemia del COVID-19 es lo que la economía y la ciencia política denominan un problema de acción colectiva. Esto básicamente quiere decir que es una situación en la que se nos pide que tengamos comportamientos que son valiosos porque todos o la mayoría los estamos teniendo. Suena sencillo: si todos respetamos la cuarentena, si todos mantenemos el distanciamiento físico, si todos usamos tapabocas, el riesgo de contagio se reduce y el impacto en la salud pública también. Nos cuidamos todos.
Sin embargo, actuar colectivamente es difícil. Algunas personas encontrarán excusas para dejar de cumplir con las medidas y otras, aunque muy comprometidos en un principio, empezaremos a sentir la fatiga mediante la exigencia se haga más larga. La respuesta más común a este tipo de situaciones ha sido el uso de las sanciones y el control de las autoridades. Pero el control nunca será suficiente por sí solo y muchas personas hacen también exigencias a la “cultura ciudadana”. El problema es que esos llamados pocas veces están acompañados de acciones concretas y parecen ser solo otra forma de regañar a los ciudadanos por sus incumplimientos. De eso no se trata el trabajo en cultura ciudadana.
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La cultura ciudadana debe ponerse en movimiento. Necesita de pequeños empujones, invitaciones inteligentes y soluciones creativas. Pero las apuestas desde el Gobierno nacional y los gobiernos locales para hacer uso de esta disposición que tenemos todos a ayudar ha sido, en el mejor de los casos, tímida. El cumplimiento generalizado que hasta el momento hemos visto ha sido parte del capital con el que todos contamos para cooperar, pero vienen días difíciles.
Digamos entonces que en los primeros meses de esta pandemia hemos tenido mucha más disposición a la acción colectiva, mejor “cultura ciudadana”, de lo que muchos esperaban, pero que esta voluntad de ayudar se puede agotar. Ya lo vemos en las fiestas y reuniones que se ven en los vecinos, en el uso relajado del tapabocas o en la frescura para mantener el distanciamiento físico en la calle.
En este punto, necesitamos que los gobiernos y las organizaciones pongan en movimiento sus apuestas por la cultura ciudadana; que inspiren en los ciudadanos solidaridad y cumplimiento colectivo. Del compromiso de todos depende en buena medida la manera cómo superamos todo esto, movilizarnos para esto no es un capricho, sino una urgencia. Solo así nos seguiremos cuidando entre todos.
Por Santiago Silva Jaramillo