Llevo muchos días, por no decir años de no sentarme a manteles en su restaurante, pero puedo asegurar que durante mucho tiempo y de manera asidua, disfruté de la carta y consejos de don Inacio, quien desde el primer día que abrió su negocio se puso al frente de su comedor y su cocina. Da gusto sentirse atendido por el propietario, siempre con impecable profesionalismo acercándose a cada uno de sus comensales y de manera espontánea dando rienda suelta a sus explicaciones culinarias, las cuales jamás me han defraudado… todo lo contrario, en su mesa me he sentido siempre en Portugal.
Para quienes somos amantes de las sopas, las caldereidas portuguesas son un auténtico manjar y en casa de don Inacio todas son una propuesta impecable. Sus pescados y mariscos no solo convencen por su presentación, sino fundamentalmente por sus aromas. La carta y la cocina de don Inacio son una excelente muestra de aquella cocina que para nosotros los antioqueños no deja de ser extranjera; sin embargo, somos muchos los que hemos sido cautivados no solo por su calidad de sazón sino, insisto, por la personalidad de su propietario.
Hoy Frutos del Mar está cumpliendo un cuarto de siglo entre nosotros. Son veinticinco años en los cuales los paisas hemos podido degustar de una cocina sin rimbombancias, sin fusiones, sin extravagancias; todo lo contrario, se trata de una cocina derivada de la más auténtica raíz popular cuyos aromas y sabores certifican su origen, unas veces campesino, otras tantas marinero. Más de una vez he dicho en esta columna que abrir un restaurante de cocina de otra mar en nuestra ciudad es un verdadero reto a la perseverancia; pero hoy debo añadir algo más: 25 años ofreciendo la misma calidad en cocina y servicio, merecen un reconocimiento.
Desde esta modesta columna quiero enviar mis más sinceros elogios a don Inacio, su señora, su familia y sus empleados, quienes de manera discreta han construido una pequeña embajada del sabor portugués entre nosotros. Ojalá que Medellín pudiera disfrutar de más lugares como Frutos del Mar, pues en este sitio no solo nos han complacido con su deliciosa cocina, sino algo mucho más importante, nos han demostrado que las cosas hechas con sentimiento pueden convertirse en la mejor carta de presentación para vivir en un país distinto al de nuestra cocina de origen.