Medallo Cielo sin Santo y el Teatro Pablo Tobón Uribe llevan comida a los inquilinatos

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Medallo Cielo sin Santo y el Teatro Pablo Tobón Uribe han entregado más de 200 mercados a población vulnerable afectada por la pandemia de COVID-19. Su labor no para.

Harold Smith cruzó las puertas y se encontró con otro mundo. Vio cocinas vacías, vio niños y niñas, gente mayor y todos tenían en común lo mismo: tenían hambre. Las banderas rojas no habían llegado a los medios de comunicación y ya él se había encontrado de frente con la situación de aquellos que no podían quedarse en casa.

Estaba en compañía de un amigo, un periodista estadounidense que iba a contar la historia. Sucedió en la segunda semana de la cuarentena y mientras disparaba el obturador, pensó que más que tomar una foto, tenía que hacer algo que importara, que le ayudara a todas esas personas. Nació entonces Medallo Cielo sin Santo, “un catálogo de realidades de Medellín”, explica Smith.

Y empezó su trabajo. Cuenta historias en Instagram en su perfil personal (@realharoldsmith) y en el del proyecto (@cielosinsanto). Y más allá, a cambio de una foto, de un cuento, entrega un plato de comida o un mercado.

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Medallo Cielo sin Santo
Medellín está llena de historias. Como la de aquellas trans que recibieron a Harold con los brazos abiertos. “La gente me decía, que para que las iba ayudar si ellas viven con el COVID-19. Pura homofobia. Es uno de los lugares en los que más me he sentido bienvenido”.

Y después de un mes de trabajo aparecieron el Teatro Pablo Tobón Uribe y el Café Tres Timbres, del mismo teatro. Han sido sus aliados en una labor que hace sin interés. Mientras el teatro facilita el espacio para trabajar, el Café opera preparando comida y ayudando a empacar. Laura Ramírez, la administradora del café, se ha dedicado también a dar capacitaciones en bioseguridad porque la gente no sabe muchas cosas, “creen que el COVID-19 da por salir descalzos a la calle”, cuenta Harold.

Ha cambiado. Dice que su mirada ya es diferente. Antes de entregar ayuda, visita los lugares: “que sea gente que sí lo necesita”, cuenta, recordando que en La Iguaná le tocó ver cómo botaban mercados a la quebrada “porque lo que ellos querían era plata”. La gente confía en él, porque muestra, cuenta historias, saben a dónde van las cosas que dona.

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Le impacta la vida en los inquilinatos. Hay gente que la única ayuda que quiere es una dosis de bazuco; otros solo quieren que su historia sea narrada; y unos cuantos solo quieren ser escuchados.

Si está interesado en ayudar, puede llevar un mercado al Teatro Pablo Tobón Uribe entre las 12 y las 4 p.m.

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