La palabra Dios viene de Deus, de Dies, día en latín. Día luminoso, luz que habita cada ser. La sensación de la luz es la conexión que permite hacer de lo rutinario un ritual, hacer consciente, estar centrado. Basta con observar la forma como realizamos las actividades cotidianas en automático, y cambiar, hacerlo lento, viéndose. Al vestirse por ejemplo, hágalo siempre empezando por el lado derecho, realícelo tres días seguidos y olvídese, hasta caer en cuenta que lo olvidó y la rutina le gana fácilmente a lo ritual, a lo consciente.
Sentir la luz interior, sentir la experiencia de Dios, en pequeñas cosas, es el despertar a una nueva conciencia individual, universal. No hay que continuar en la onda de lo dramático que los tiempos prometen. Hay que pensar, sentir que pertenecemos a la realeza divina y que ella se manifiesta en lo consciente o seguir en automático, buscar la luz o mantenerse en la confusión y las tinieblas.
En las palabras saludo, salud y salvación encontramos una misma raíz. Cuando saludo, deseo salud del cuerpo y del alma, salud que es salvación. Luz. Y si reunimos lo energético de las palabras Dios, Días, Saludo, Salud, llegamos a la palabra Salvación. Porque la realidad de Dios, la divinidad, jamás está separada de la realidad del Hombre. Hasta ahora todo lo dicho sobre Él, ¡es el Hombre quien lo ha dicho! Él y nosotros somos una sola realidad, distinta, no en mezcolanza. Y no quiero entrar en problemas de dogmas ni de fe. Dios es Uno, para todos los Hombres, no importa el credo. Porque su luz está en todos y el ser divino se manifiesta de múltiples maneras. Importa entonces ser dulces y humildes de corazón. Dulce no es flojo. El día que uno logra esa dulzura de corazón puede llegar a ser dueño de sí mismo y de naturaleza: “Bienaventurados los dulces porque ellos poseerán la tierra”.
Camina dulcemente sobre la tierra, ella es sagrada, dicen los indios Hopi. Porque caminar dulcemente sobre la tierra nos permite ser receptivos a ella, a los demás, a la naturaleza. Dulces para acoger lo que la vida nos trae cae día. Ver, sentir, recibir de otros, de situaciones y eventos, con dulzura. Para entregar con dulzura, que se transforma en humildad. Humildad viene de humus, tierra. “ Ser humilde es ser como la tierra, mantener la actitud de ser capaz de acoger que permite a la semilla germinar”.
Que estos tiempos de Navidad, de nacimiento sean para iniciar esta gran metamorfosis que sentimos próxima. Pequeñas cosas, acciones, pequeños rituales. Encender las velas con sentido de agradecimiento, la novena con solidaridad, regalar dulzura… Ahora que todos esperamos la llegada del niño, desde la forma, desde lo rutinario, esperemos con fe su Luz. El cielo y la tierra hablan, y esperemos que Él vuelva a nacer y resucitar en nuestros corazones con todo su Amor.
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La rutina, el ritual
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