/ Jorge Vega Bravo
Una caña de bambú alberga el vacío, resuena con el aliento de una boca o puede ser percutida por unas manos callosas. Bambú es un nombre lleno de música y poesía. En la antigua cultura oriental existe una relación sagrada con algunas plantas. El bambú representa uno de estos íconos y es utilizado en ámbitos sorprendentes. El bambú y la guadua -una de las 300 especies de bambú- son las más robustas de la familia de las gramíneas. El bambú es también una gramínea comestible con múltiples usos en medicina, en la cocina, en la construcción y en las artes. Se le llama el acero vegetal y es bien apreciado en la fabricación de muebles y en la construcción de viviendas. Su presencia en el arte es notable: los papeles más antiguos encontrados en la China eran de bambú y de arroz, y se usa para la fabricación de brochas y pinceles. Existen grandes jardines de bambú en los parques y en las entradas de los templos.
Los acordes del bambú vacío son una evocación poética de la resonancia que produce este vegetal y son el nombre de un resonador o punto de acupuntura situado en el extremo de la ceja humana como si allí habitara un sonido primordial. Son varios los sitios de nuestra piel nombrados por los chinos con nombres musicales: la piedra sonora del templo de jade puede ser el comienzo de una sugestiva historia.
En la tradición oriental se reconoce el bambú por grandes virtudes: la paciencia, la flexibilidad y la resistencia. Cuando un campesino siembra el bambú japonés, al principio no observa nada. La semilla hace su trabajo en el interior de la tierra y sólo a los siete años el brote empieza a crecer de manera notable y en seis semanas crece entre veinte y treinta metros. Se tomó siete años madurando en el interior de la tierra y generando un sistema complejo de raíces para desarrollar su hermoso tallo en solo seis semanas. Salta a la vista la analogía con la maduración del cuerpo vital humano durante siete años, para culminar en la muda de dientes y dar paso al segundo nacimiento. Con mucha paciencia el niño desarrolla las raíces para su futura maduración anímica y mental. Todo lo contrario de lo que sucede en la cultura actual que rinde culto a la velocidad.
Una caña de bambú o una guadua robusta meciéndose al viento es la imagen perfecta de la flexibilidad. La capacidad de doblarse para no quebrarse está ligada a la capacidad de adaptación. La flexibilidad mental ayuda a la flexura física y previene el endurecimiento y la rigidez. El bambú es usado en medicina para tratar problemas articulares. Para las discopatías y trastornos de la columna vertebral, en medicina antroposófica usamos Bambusa compuesta, un remedio que combina un extracto de bambú, con otros elementos.
En medio de su flexibilidad, el bambú tiene una enorme resistencia: como muchas gramíneas, tiene un altísimo contenido de sílice que le permite
erguirse con fortaleza y elegancia y mostrarse ante los humanos como una imagen digna de ser imitada, digna de ser soplada en acordes.
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