Memoria

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Momento para evocar la memoria de Alfredo Molano Bravo. No lo conocí. Los cercanos lo describen como un ser íntegro que se convirtió en voz de los no oídos, vigía de los abusos del poder.

En este tiempo de movimiento social en Latinoamérica, debemos repensar nuestra historia y mirar hacia el futuro con la esperanza de un país con mejor educación, con más salud, con menos desigualdades. Un país donde superemos el cáncer de la corrupción, raíz de muchos de nuestros males.

Es un momento para evocar la memoria de Alfredo Molano Bravo, periodista, sociólogo, investigador, quien falleció el pasado 31 de octubre. En la Comisión de la Verdad lo llamaban ‘el Sabio de la Tribu’. Molano fue un despertador de consciencia que recorrió el país tomando el pulso a nuestra realidad. Escribió, en primera persona, numerosas obras que reflejan el estado del alma de Colombia.

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“Escribir, para mí, es templar mis más secretas cuerdas y por eso tengo que borrar hasta traspasar la hoja, hasta encontrar el tono de la pasión por la vida y por la belleza que tiene la gente con que me topo. La gente cuenta cuando se le oye y lo hace con una sinceridad limpia; cuenta lo pasado como si estuviera viviendo en presente. Y lo hace con generosidad, con soltura, con humor y fuerza. No es difícil oírla porque habla de lo que vive”.

Al recibir el doctorado honoris causa en la Universidad Nacional dijo: “escuchar es ante todo una actitud humilde que permite poner al otro por delante de mí… Escuchar es limpiar lo que me distancia del vecino, que es lo mismo que me distancia de mí. El camino, pues, da la vuelta. Escuchar es casi escribir. Pero pregunto: ¿cómo puede uno guardar lo que ha encontrado cuando ese hallazgo es un instante de plenitud? La verdadera relación con otro ser humano es jubilosa porque ha logrado romper la trinchera del miedo. Pienso que guardar esa emoción podría ser dañino. No es solo una responsabilidad, sino también un asunto de vida o muerte. ¿Cómo seguir viviendo aislado cuando uno conoce al vecino y sabe, además, que vive tan solo como uno? Más aún: ¿cómo no comunicarle que uno existe? ¿Cómo no mandarle un papelito diciéndole: ‘aquí estoy’? Eso es escribir. Se tiene miedo de escribir porque se tiene miedo de escuchar, porque se tiene miedo de vivir. Quizá por eso son más seguros los conceptos y los prejuicios”.

“Escuchar y escribir son actos gemelos que conducen a la creación… Uno no escoge los temas, dice Sábato, los temas lo escogen a uno. La creación esconde la utopía, la aspiración a un mundo nuevo y distinto que puede ser tanto más real cuanto más simple”.

No conocí a Molano, pero lo leo con asombro y los cercanos lo describen como un ser íntegro que se convirtió en voz de los no oídos, apoyo de los desposeídos, vigía de los abusos del poder.

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Perenne recordación para Molano y que su memoria y su huella impulsen la mutación de esta compleja situación en que vivimos.

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