Estos últimos años no han sido años fáciles para la ingeniería antioqueña. Casi todas las obras públicas importantes planeadas o ejecutadas han generado enormes conflictos. Unas veces por mala planeación o por correr, muchas por diseños mediocres y otras tantas por construcción deficiente. Otras veces hemos confundido prioridades haciendo la obra que no tocaba.
Solo las obras relacionadas con infraestructura energética parecen salvarse del sombrío panorama. Por alguna razón, quizá por la mirada de largo plazo de EPM, ISA, Isagen y otras, ahí las cosas sí se piensan bien desde el principio y se ejecutan con estándares de categoría mundial.
Hay una obra que figura en el catálogo de sueños de todos los antioqueños: el Puerto de Urabá. Durante muchos años han corrido ríos de tinta hablando de su importancia y del beneficio obvio, indudable, que tendría para la economía del departamento. Todos los gobiernos la incluyen dentro de sus aspiraciones. Y ha vuelto a sonar ahora que venimos discutiendo las Autopistas de la Prosperidad.
La obra se presenta casi como la redención de Medellín, pues pasaríamos de enviar contenedores a Cartagena, a una distancia de 650 Km, a solo 380 Km en Urabá. O sea, dicen, un ahorro de al menos 40 por ciento en tiempo y, seguramente, en costo de fletes. También traería un beneficio importante para todo el comercio internacional del eje cafetero. ¿O no?
Todo eso suena muy bien, pero ¿es realista? Veamos.
El interés de un exportador o importador no es tanto llegar pronto a puerto, sino salir pronto de él. Espera que haya rutas hacia numerosos destinos, que los fletes marítimos sean competitivos y que vayan y vengan muchos camiones para que también los fletes terrestres sean menores.
Pero si no hay volumen de tráfico más o menos equivalente, nadie se extrañe de que llevar un contenedor en camión a Cartagena resulte más barato que a Urabá, aún si ya existiera una vía extraordinaria de doble calzada y tomando cinco horas menos.
¿Y qué gana un exportador a México llegando cinco horas antes al puerto, si desde Urabá tendría una ruta al mes a Manzanillo, pero de Cartagena tiene dos por semana?
En otras palabras, por favor, no demos por sentado que por el simple hecho de tener puerto en Urabá todos los antioqueños y algunos vecinos van a dejar de usar Cartagena para llevar y traer mercancías. Si no es realmente más barato y más conveniente, muy pocos lo harán, independiente de regionalismos.
Porque la verdad es que, fuera del banano que ya se exporta sin necesidad de puerto, toda la demanda del eventual Puerto de Urabá tendría que obtenerse a expensas de Cartagena, con su infraestructura construida a lo largo de décadas.
No es solo cuestión de muelle, hay que tener bodegas enormes, refrigeración, estacionamiento de tractomulas, grúas y montacargas en cantidad, patio de contenedores, electricidad muy confiable, hoteles y restaurantes de buen nivel y un largo etcétera en el que Urabá está a años luz de Cartagena.
Y no creamos que Cartagena se va a quedar inmóvil esperando que le quiten tráfico e ingresos a su puerto y a su ciudad. Al contrario, hará lo que sea para volverse aún más atractiva.
Ojalá que antes de embarcarnos en este proyecto lo pensemos bien para evitar elefantes blancos.
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Espejismo del puerto de Urabá
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