Con solo un par de títulos menores en su palmarés cuando aún estaba dividida Alemania, la euforia por el club de barrio obrero no ha parado. El fin de semana llevó 7.000 hinchas al partido con el Bayern.
Enamorarse del FC Union Berlin es fácil. Tras ver a Madrid atiborrada de aficionados chinos con la camiseta de Eden Hazard, o a Praga con más ambiente catalán que checo en un Slavia-Barcelona, la atmósfera que rodea al FCUB es algo mágico.
El club, nacido en los 60 en la República Democrática, es el inquilino más nuevo en la Bundesliga. Y el diferente. Tiene tantos socios como espacios en el estadio (22.000), lo que hace que nunca haya boletas disponibles. Hace unos días, para el choque ante Friburgo, la reventa ponía el tiquete en 105 euros, el doble de lo que valía el Madrid vs Granada y un poco más de lo que cuesta el del Barcelona, que se vende en paquetes turísticos. Es un amor que no tiene valor en moneda corriente.
Pero no solo la grada llena (y demasiado entregada, un jugador 12), hace diferente al FC. El cariño se nota en las calles, pues durante los días de partido siempre hubo recordatorios. En los bares en el día del juego, el domingo siguiente en los mercados de las plazas, y hasta el lunes en cualquier farmacia. Hinchas, mayoría veteranos, vestidos con prendas alusivas al club de los trabajadores del acero alemán.
“Ha sido siempre un club popular y de barrio de Alemania del Este, cuyos fans era gente en contra del sistema de la época. Tras muchos años en Segunda y Tercera hoy está en Primera división. Y aún mantiene la cercanía club-afición, los desplazamientos son masivos y por supuesto es casi imposible encontrar entradas”, me cuenta quien maneja su cuenta de Twitter, en español, mientras bromea: “las filas por entradas son iguales que para el Berghain”, al referirse a la discoteca más famosa de Alemania, con un método de aceptación tan particular como su fiesta: de 25 personas que quieren entrar solo una lo logra. Así de complejo también es ingresar a la tribuna del Alte Forstetei.
Con solo un par de títulos menores en su palmarés cuando aún estaba dividida Alemania (una Copa de la RDA y una Intertotto), y con nulo historial tras 1989, la euforia por el club del barrio obrero de Eisern no ha parado. El fin de semana pasado llevó 7.000 hinchas al partido con el poderoso Bayern. Un carnaval completo, casi un festejo en honor a un real club de la calle.
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Este mes se cumplen 30 años de la caída del Muro, que unificó los dos costados de Berlín. El contestatario del Este, el once que se plantó al Dinamo Berlín de la Stasi, demuestra que tiene pasión, que no necesita aficionados chinos para llenar su fortín. Que hay un sentimiento gigante y único llamado Union Berlin.