Junto a los cinco oros Olímpicos, es la victoria deportiva más importante de nuestro país y un pago a un joven Egan, pero trae consigo una estela de guerreros, apóstoles y gregarios.
En la memoria todavía está viva la imagen de Egan Arley Bernal Gómez parado en lo más alto del podio con el arco del Triunfo como telón, vestido de amarillo y con los ojos hechos lágrimas. La victoria deportiva más importante de nuestro país (junto a los cinco oros Olímpicos) es un pago a un joven Egan, pero trae consigo una estela de guerreros, apóstoles y gregarios de una disciplina que cumple con los requisitos para ser llamada nuestro deporte nacional.
Atrás del lote que comandó Egan se formó un equipo que encaminó a llegar a la meta. No precisamente con la malla del Ineos; todos con diferentes colores, pero que compartían el amarillo, azul y rojo, y la ilusión de abrir una champaña en París.
El lote lo rompieron Martín Emilio Cochise Rodríguez, Javier El Ñato Suárez, Rafael Antonio Niño, entre otros. Ellos abrieron el camino del ciclismo en Colombia, del empedrado que conoció Ramón Hoyos y El Tigrillo Rubén Darío Gómez. Ellos pusieron a los Escarabajos en el mapa.
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Esa estela la siguieron los exploradores de Europa. El mítico José Patrocinio Jiménez, Luis Alberto Herrera, El Negro Martín Ramírez, Fabio Parra, hasta el mismo Saulo Barrera, un señor que con una empresa de pilas puso el tricolor en la caravana europea. Nos llevaron a conocer las grandes vueltas, mostraron la cara, en ocasiones ensangrentadas como la de Lucho en Saint Ettiene, y pusieron a sonar el nombre de Colombia.
Otra generación, que sirvió de puente, mantuvo viva la pasión, a punta de heroicas individuales. El cuarto lugar en el Tour de Álvaro Mejía, el campeonato mundial de Santiago Botero, la camiseta amarilla de tres días de Víctor Hugo Peña o las camisetas de pepas ganada por Mauricio Soler, mantuvieron viva la llama en los momentos más jodidos.
Este tren nos dejó listos para la victoria final. Rigoberto Urán pavimentó el camino de esta nueva camada de hechos en Colombia, pero terminados en Europa. A su lado se plantaron Nairo Quintana, Esteban Chaves, Miguel Ángel López, Sergio Luis Henao, Fernando Gaviria, entre otros. Reclamaron el respeto ganado por Lucho, Parra y Botero. Le metieron miedo al lote que hoy se mantiene. Y Egan, el niño de amarillo, es quien levanta los brazos y celebra por todos. Gracias a él por lo que hizo y por lo que hará. Es presente y es futuro.
Un agradecimiento de quien escribe, pero que puede abarcar a muchos: a doña Blanca, que llevó el primer álbum de ciclismo a la casa en 1987; a don Oscar, por los periódicos que recortaba para conocer los ciclistas del lote; a doña Cristina, por las fichas y el tablero de parqués donde jugaba al “Tour” con los dados. A esta vida por dar esta afición. ¡Gracias a todos, carajo!
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