Hemos sido formateados para negar la parte de nuestra herencia que no proviene de Europa.
Valorizar los distintos aportes a la cultura colombiana, es tarea necesaria para construir paz.
Todas las sociedades humanas tienen algún grado de mestizaje genético y, sobre todo, cultural. La colonización ibérica favoreció la mezcla masiva entre autóctonos, europeos y africanos. Todavía más cultural que genética, esa fusión atañe a cada colombiano.
En la época colonial, era frecuente que las familias de origen europeo dispusieran de nodrizas indígenas o africanas. Ellas arrullaban a los críos que les confiaban en sus lenguas maternas. Para prevalecer, el colonialismo necesitaba imponer su fuerza militar así como todos los rasgos importantes de su cultura, el idioma principalmente, pero también su estética.
Durante generaciones, la mayoría de las poblaciones del planeta han interiorizado, inconscientemente, los criterios estéticos inculcados que suponen que es bello lo que se acerca al modelo europeo y feo lo que se le aleja.
El canon de belleza dominante no corresponde al fenotipo más frecuente en Brasil o en Colombia. Consecuencia de ello, es que en casi todos los países de América se utilice, aún hoy, las palabras “indio” y “negro” como insultos.
Las sociedades que combinan un alto grado de diversidad con buena integración, suelen tener expresiones culturales ricas y exitosas, como la bossa nova y la cumbia o como la obra de Jorge Amado y la de García Márquez. En tiempos de Copa América, valga resaltar igualmente las selecciones de Brasil y de Colombia, que presentan los tipos más diversos que van de Allison a Firmino o de James Rodríguez a Barrios.
Hemos sido formateados para negar la parte de nuestra herencia que no proviene de Europa. Entre otras tareas necesarias para construir un país en paz, está la de reconocer y valorizar por igual los distintos aportes a la cultura colombiana.
La selección colombiana de mayores representa la diversidad del país, despliega un fútbol talentoso, alegre, eficaz y muestra una excelente integración.
Es tradición que cuando se termina el primer tiempo de juego, todos se reúnen en el campo para dirigirse juntos al camerino, mientras los jugadores de otros equipos se van al descanso cada uno por su lado. En general, los pases circulan a través del jugador mejor ubicado, sin preferencias de otro orden.
James Rodríguez es el maestro de orquesta: improvisaciones inesperadas y oportunas, movimientos geniales, centros precisos, juego limpio y elegante. La bellísima “tricolor” constituye un ejemplo para educar a los colombianos, pequeños y grandes, en el respeto al otro sin importar las diferencias étnico-culturales, ni las de ningún tipo.
PS: Agradezco a Jorge Zapata sus comentarios a esta columna.