Ritos y rituales con impronta religiosa resultan precisos para nosotros y cierta área de la psicología los apoya porque liberan las tensiones y los trastornos.
Las costumbres marcan los grupos sociales y las personas que los conformamos nacemos y vamos consolidando esas pautas, que son una impronta que generación tras generación se reafirma, o por el contrario, por sucesos que nos marcan, se destruyen.
La comida, los festejos, los bailes, hacen parte de ellas. Para bien o para mal, nos imprimen una ética que nos caracteriza y nos forma; como diría Aristóteles, generan buenos o malos hábitos para el grupo.
No hay que enumerar los que nos han acompañado en comida, bebida, diversión, trovas, desfiles de flores, deportes: “Paisas, los mejores”. Y nos lo creemos…
Quiero ir mas allá, al rito y los rituales que tienen una impronta religiosa y siempre van unidos al mito, a la tradición. Resultan precisos para nosotros y cierta área de la psicología los apoya porque liberan las tensiones y los trastornos. Es maravilloso ver cómo los grandes escritores mantuvieron y mantienen sus rituales, los que les permiten descargar el alma y darles vida a los seres que los habitan, que los tocan, que los inspiran.
Esta introducción me permite hablar de las costumbres y rituales que vienen para este tiempo de Navidad. Es algo que aún guardamos en medio de las fiestas que estamos importando sin que correspondan a lo autóctono, de esta tierra arrasada por conquistadores y por los herederos de esa estirpe que aún persevera en la costumbre de despojar y esclavizar al que ama y cultiva esta tierra.
La Navidad inicia el 7 de diciembre con la fiesta de las luces. Claro que me sorprendí cuando en estos días escuché en la radio que ¡noviembre ya era diciembre! Y nos vimos inundados de la música, los árboles y los adornos. En Medellín nos vemos asombrados con la alborada, de dolorosa recordación, la noche del 30 de noviembre al primero de diciembre. Ojalá no más.
El 7, encendemos velitas. ¿Será que recordamos que es la fiesta de la Inmaculada Concepción? Existe en nosotros la necesidad de encender una vela en el inicio de la noche, para que su luz nos acompañe. Por tradición se pide un deseo por cada vela encendida. Es una fiesta que perdura sin estar contaminada por el comercio. Es el día del desfile de mitos y leyendas como la Llorona, el Mohán, el Padre sin cabeza…
Curiosamente es la misma época en que el pueblo judío celebra la Janucá, en la que encienden luces ocho días para celebrar la purificación del segundo templo de Jerusalén y el milagro de mantener la luz en el candelabro.
El 16 de diciembre se empieza a pedir a través de diferentes juegos, lo que uno espera recibir y aquí pasamos del Niño Dios y vamos para Santa Claus. Es el tiempo de la novena donde la familia y los amigos –que también son familia- se reúnen, rezan, se divierten y expresan lo que esperan. Y el comercio inicia su gran promoción para recuperar lo que este tiempo de incertidumbre y transición nos ha producido.
Y todo este recuento para hablar de la Navidad, celebración de origen pagano y tan religioso al mismo tiempo. Es el Nacimiento en cada uno de un sol nuevo que va a iluminar la noche más oscura y larga de todo el año, el día del solsticio de invierno.
Felices fiestas.