Cultivar la veracidad. El hábito de mentir, de distorsionar la realidad con eufemismos y la duda consumen las fuerzas etéricas y minan la vitalidad.
Leí la columna de Carlos A. Fernández en Vivir en El Poblado: “En definitiva, ¿qué es el arte?”, y estoy de acuerdo en que es difícil limitar o definir el Arte y que según Gombrich: “No existe el Arte, tan sólo los artistas”. Pienso que tener la verdad sobre un tema tan amplio no es posible. Así como no existe la Verdad, como verdad única, sino que todos tenemos un aspecto de la verdad. Los antiguos chinos decían: “la verdad es un espejo roto en mil pedazos”. Así con el arte.
La palabra arte, proviene del latín ars-artis, que significó oficio, profesión, capacidad de hacer algo bien hecho y su significado se fue modificando hasta las connotaciones que conocemos. El arte está presente en los aspectos prácticos que aporta la antroposofía a la cultura actual. Podemos destacar tres aplicaciones relevantes de esta cosmovisión: la Pedagogía Waldorf, la agricultura biodinámica y la medicina orientada por la antroposofía. Este triángulo tiene el arte en el centro.
Ya desde la fundación de la primera Escuela Waldorf en Stuttgart en 1919, R. Steiner introdujo actividades artísticas en todas las asignaturas e insistió en que el maestro debe ser un artista de la pedagogía. Sorprende ver un salón de clases de una escuela Waldorf: las expresiones artísticas están presentes por doquier. Por ejemplo se aprenden las tablas de multiplicar construyendo estructuras geométricas con hilos o con ritmos corporales. Se trata de que el conocimiento no llegue al niño solo a través de la cabeza; en pedagogía Waldorf siempre se recorre un camino que va de la imagen al concepto y no se presenta de entrada el concepto frío y acabado, propio del pensamiento intelectual. Los relatos del maestro están llenos de imágenes y a su vez él recrea las imágenes en la pizarra. El niño está en capacidad de vivenciar esas imágenes con la palabra o a través de la pintura y empieza a desarrollar otro tipo de pensar que Steiner nombra como pensamiento imaginativo o pensamiento vivo, muy ligado a la naturaleza y sus procesos vivientes. Todo el proceso de enseñanza tiene un ritmo en el que el niño pasa por momentos de contracción y de expansión.
Steiner dice que el niño de 7 a 14 años es músico por naturaleza; en este septenio madura su sistema rítmico y se establece el ritmo 4:1 entre pulsación y respiración. Los procesos de este período se pueden representar con una estrella de cinco puntas, símbolo geométrico del cuerpo vital.
Las cinco puntas de la estrella son: 1. Buenas costumbres: horas regulares para comer y dormir, alternancia entre trabajo y juego. 2. Prácticas artísticas regulares: pintar, cantar, danzar, tocar un instrumento. 3. Costumbres rituales: consagrar los alimentos, gratitud al final del día, devoción. Los rituales son alimento rítmico para el alma. 4. Vivenciar ‘totalidades’ como paisajes hermosos, cuadros, obras musicales o arquitectónicas que fortifican la integridad del cuerpo vital. 5. Cultivar la veracidad. El hábito de mentir, de distorsionar la realidad con eufemismos y la duda consumen las fuerzas etéricas y minan la vitalidad. Las artes son un regalo de los dioses para que la belleza oculta, la bondad y la verdad se revelen a la humanidad. El arte debe nutrir la pedagogía.