Nos resistimos a llamar las cosas por su nombre: una fractura de órbita ocular, un desplazamiento de tabique y cinco meses de incapacidad es “un poquito de sangre en la nariz”.
“No reconozco que la golpeé… Obviamente hubo contacto… Jamás le levanté la mano… Me estaba defendiendo de una agresión… Sí hubo un incidente… Ella sí estaba botando un poquito de sangre por la nariz… Yo grabo todo porque soy fotógrafo y videografo…”.
Son frases de la autodefensa que el actor, Alejandro García, hizo en La W –adobada en su cuenta de Instagram: “Eileen Moreno NO representa el maltrato a las mujeres… Respeto por las verdaderas víctimas… Abajo las banderas falsas de las oportunistas…”-, luego de que la actriz revelara, por ese mismo medio, la golpiza que le propinó éste, dos meses atrás, y las consecuencias que le dejó.
(Los extractos de grabaciones y la selección de fotos que García publica para mostrar –para justificar lo injustificable- que Eileen es malhablada, han recibido miles de likes. ¡Miles! Ah, la inconsciencia manifiesta de los colombianos).
Son vergonzosas la insolencia y la cobardía, con las que este señor pretende absolverse. Lo de señor lo digo, no porque lo sea, sino porque, gracias a su parlamento, demostró ser un Señor Actor. Qué futuro el que le espera: un premio de revista por su magistral actuación y firmas de contratos por su papel de curtido paparazzi.
Una estrella fugaz brilla en el firmamento mediático que nos cobija. Tan encandilador e hipócrita.
Aquí los lagartos son políticos; los peluqueros, estilistas; los intensos, lobistas; los adictos de fin de semana, consumidores recreativos; los negros, afrodescendientes, los que no lo son, blancos… Nos parece más polite denominar incidente a una golpiza, contacto a un puñetazo, legítima defensa a una agresión, “un poquito de sangre en la nariz” a una fractura de órbita ocular, un desplazamiento de tabique y cinco meses de incapacidad.
Nos resistimos a llamar las cosas por su nombre.
Tanta alharaca para saber que una vez exprimido el limón García-Moreno, volverá –como canta Serrat- el rico a su riqueza/ el pobre a su pobreza/ y el señor cura a sus misas. Y sanseacabó.
Por eso yo-no-me-tapé-el-ojo. Se lo taparon muchos: la vicepresidenta de la República, el procurador general, congresistas, deportistas, artistas, periodistas, fulanita, peranito… Y está bien, cada quien apoya causas como quiere, puede y cree. Pero yo, repito, no me lo tapé.
Soy solidaria con Eileen Moreno, pero no porque su caso sea vistoso. Lo soy con las 16 mil afectadas anónimas que Medicina Legal registró en el primer semestre; lo soy con una de cada cuatro mujeres que en Colombia es víctima de violencia intrafamiliar; y lo soy con el 35 % que, en el mundo –datos de la OMS-, ha sufrido maltrato por parte de sus parejas.
Tendría que vivir, entonces, con el ojo tapado, lo cual no es práctico para una gafufa ni soluciona un problema endémico con el que -¡horror!- hemos aprendido a convivir.
(Además me pregunto: ¿cuántos de los que invadieron las redes sociales con el ojo tapado son maltratadores o maltratadas o cómplices o indiferentes o, simplemente, buscadores de reconocimiento?).
ETCÉTERA: Me quedo con el consejo llano de Rigoberto Urán. Con su permiso, lo reproduzco textual: “No se dejen cascar de ningún güevón”. Y lo traduzco al polite: el maltrato, ningún tipo de maltrato, puede ser opción en una relación.