El arte nos lleva a ver la realidad de una manera diferente, creativa, a veces chocante y conmovedora. Tiene una profunda cercanía con la vida y con la muerte.
En la edición 704 de Vivir en El Poblado aparece en portada una fotografía, Presagio, de Tom Griggs, donde vemos a un ser humano del que no se puede percibir claramente si está vivo, muerto o en proceso de expirar. La atmósfera es íntima, silente y misteriosa. Los objetos del cuarto revelan algunas cosas. Pero esas interpretaciones no son mi objetivo: solo quiero observar desde afuera y siguiendo el método de observación de Goethe dejar que la imagen me hable y asumir una postura de “indiferencia casi divina”, a la hora de contemplarla. La imagen me movió en el interior y me generó las preguntas que ya planteé y otras sobre la naturaleza humana y su finitud.
En la redacción de Vivir en El Poblado y en los círculos afines al periódico han circulado comentarios de todo orden alrededor de esta fotografía. Cito algunos: “Esta imagen me genera miedo”. “El arte debe ser alegre y colorido y esta imagen es oscura y triste”. “Qué imagen tan conmovedora e íntima”. “Esto no es arte”. “¿Por qué no elegir imágenes juveniles y frescas para llamar la atención del público joven?”. “Con esa portada uno no es capaz de abrir el periódico”. “Qué cercanía tan bella con la muerte”. “Qué fotografía tan extraña”. La imagen movió, sacudió, conmovió, y creo, sin ser crítico de arte, que esa es una de las tareas del mismo.
Las artes surgieron en la historia de la humanidad para revelar una serie de secretos de la naturaleza y de la vida que sin ellas no hubiera sido posible. R. Steiner nos regala una linda imagen sobre el papel del arte frente a la ciencia: imaginemos dos muchachas perdidas en un desierto de blanca nieve. Una de ellas contempla emocionada el paisaje y es premiada con la experiencia espiritual de poder ofrecer a la humanidad, las artes. La otra casi muere de frío durante la helada noche y solo se queja.
Esta última es el conocimiento intelectual humano, que solo se mantiene vivo gracias al calor y la acción protectora de su hermana arte. El arte nos invita a encontrar nuevos caminos, nos lleva a ver la realidad de una manera diferente, creativa, a veces chocante y conmovedora. Tiene una profunda cercanía con la vida y con la muerte; nacimiento y muerte son parte de la vida y se tocan de manera sorprendente. Y ante estos dos polos nos conmovemos, nos alegramos o nos entristecemos. Y estas reflexiones son posibles en todos los públicos y todas las edades.
“La naturaleza inventó la muerte para que haya nueva vida”, afirmó Goethe. Una de los aspectos distintivos de este maravilloso periódico es que el arte nos asalta de entrada. Arte que huele a tinta fresca, arte que hace preguntas y ofrece respuestas; arte que indaga, que sorprende, que renueva. “El arte es la manifestación de lo espiritual encarnado en el mundo”. Mientras escribo estas líneas me asalta un poema de Carolina Bustos: “Indaguen en mi pecho/Escuchen bien adentro/hallarán el eco marino/Ausculten mi pálpito/encontrarán/música, acordes de fado…”
1 En la Antología: Polifonías dispersas. Univ. Externado de Colombia. Bogotá. 2018.