Perfectamente puede haber un grupo guerrillero ahí escondido y no nos hemos dado cuenta. O quizás una tribu que no ha hecho contacto con la sociedad…
Uno se imagina que Medellín, siendo una ciudad que está intentando sentirse tan orgullosa de su presente, que está buscando un nuevo posicionamiento nacional e internacional como destino turístico para nacionales y extranjeros, estaría mucho mejor preparada para algo tan obvio.
Y tan sencillo. Y tan visible. Y tan impactante.
Pero no. Aquí decidimos que cuidar las entradas y las salidas por carretera no es importante. Aceptamos que la estética es secundaria, quizá algo demasiado soft para una ciudad con tantos desafíos.
Baje usted, habitante o turista, del aeropuerto hacia El Poblado. Tome la empinada pendiente que lo llevará a Los Balsos. Podrá apreciar a ambos lados de la vía la naturaleza en todo su esplendor. Los altos pastos y esbeltas cañabravas prácticamente saltando a las aceras y al pavimento.
La imagen que queda en la mente no es la de naturaleza tropical exuberante, es simplemente de desgreño administrativo.
Perfectamente puede haber un grupo guerrillero ahí escondido y no nos hemos dado cuenta. O quizás una tribu que no ha hecho contacto con la sociedad…
Siga usted por cualquiera de las lomas y verá lo mismo. Asómese desde El Tesoro y verá lo mismo: lotes privados o públicos a los que no se exige el más mínimo cuidado. Vegetación al máximo, alambrados oxidados y en pésimo estado, invasión de las vías. Lotes cuyo valor seguramente engorda año a año, pero que son una carga y un adefesio para la ciudad. Y que mantienen el mito de que aquí se puede hacer cualquier cosa. Que de vez en cuando -como con las emisiones vehiculares- aumentan los controles, pero el enfoque dura unas pocas semanas. Tranquilos, no se estresen, aquí nos cansamos o nos distraemos rápido, en especial si se trata de asuntos ambientales.
Una especie de déficit de atención colectivo con fugaces señales de hiperactividad.
Queda claro entonces que el dueño del lote no va a hacer nada. Bueno, tal vez muchos de esos lotes ni siquiera tengan dueño, o están en litigio o sucesión o extinción de dominio. ¿Y entonces? ¿Todos quietos?
Enviar unas cuadrillas de limpieza a los lotes que bordean las vías principales, en especial si son de acceso a la ciudad, debería ser una actividad permanente. Es posible que ese costo, que es realmente muy bajo, se traslade al dueño si se logra conectarlo con el impuesto predial.
Y no estamos aspirando a pulcros jardines, por ahora no da para tanto la ambición. Podemos conformarnos con podar y desmalezar cada tres meses.
¿Que no existen los mecanismos legales? Si así fuera, que el alcalde los implemente o que los concejales asuman el liderazgo que tantas veces se les reclama. O entonces, las Juntas administradoras locales. Organismos es lo que hay…
¿Que sería muy complicado hacer este trabajo en toda la ciudad, que la Ley no permite ampliar las plantillas de personal? Bueno, entonces concentrémonos en las vías principales de acceso y de salida.
¡Aunque sea para que el contraste entre nuestro tan cacareado -y quizá ya obsoleto- título de Ciudad de la Eterna Primavera sea un poco menos pronunciado!