Creó Bike Girls un grupo de amigas para salir en compañía a montar en bicicleta y terminó conformando una comunidad mundial con 19 mil integrantes.
¿Cómo lo hizo?
Se cansó de perseguir hombres. Recuerda que siempre tenían que esperarla en el ascenso, pero lo peor era cuando en el lote daban ganas de orinar: ellos lo hacían en cualquier árbol o rastrojo; ella tenía que buscar algún negocio con baño. Y, para colmo, la acosaban porque debían seguir con la rodada.
Mónica Rodríguez se cansó de todo esto -por muy queridos que ellos fueran con la única mujer del grupo-, y entonces llamó a Adriana Ángel, una de sus mejores amigas. Le sacudió la pereza y la invitó a que montaran juntas. Pero aún se sentían muy solas, así que siguió convocando amigas y fue juntando compañeras hasta que, como sin darse cuenta, el grupo pasaba de las treinta y funcionaba como una comunidad en la que todas se llamaban, se reunían, se compartían secretos y experiencias. Así le dieron vida a Bike Girls, un movimiento que hoy tiene presencia en 29 países con más de 19 mil integrantes.
La inspiración llegó en Tailandia
Mónica -38 años, Medellín, negociadora internacional- siempre estuvo en contra de quienes le decían que “el ciclismo no estaba hecho para las mujeres”.
Se inició en el deporte, pero en el atletismo, que luego combinó con ciclismo y natación cuando compitió en triatlón.
Vivió en EE.UU., Ecuador y Australia y tras un periodo laboral en la empresa de su hermano tomó la decisión de irse hasta Tailandia para estudiar terapias enfocadas en deporte. Esa fue parte de su inspiración para lo que vendría luego.
La otra parte provino de su madre, María Elena González, quien era ciclista recreativa. También tuvo que ver un portugués, Joaquím Fonseca, quien le enseñó a montar en bicicleta cuando estaba niña y volvió años después enamorado de una colombiana y la motivó a enrutarse en esta senda. Todo se juntó para que Mónica se inclinara por el ciclismo.
Tras el auge que tenían sus rodadas con las Bike Girls, quiso dar un paso adicional en su empeño por convertir esta comunidad en algo más que un grupo de amigas ciclistas. Con ayuda de algunas marcas, hicieron la primera rodada solidaria a Betania, hasta donde llevaron ropa para donar a niños del municipio. Fueron 35 mujeres.
A la segunda, con un propósito similar hasta Salgar, ya asistieron 120 pedalistas. Empacaron 35 bicicletas para donar y les organizaron a los niños una fiesta en el parque principal.
Vendrían luego más rodadas, más gente, más países, y más ideas para Bike Girls. Creó una plataforma de comercio electrónico, en la que ofrece productos y accesorios de ciclismo dirigidos a mujeres y organiza eventos como el que tendrá en junio de 2019: la primera carrera Gran fondo exclusiva para ellas.
Todo, tras coger una bicicleta por primera vez a los 30 años.
“Al montar en bicicleta cambian muchas cosas del empoderamiento de la mujer. Nos damos cuenta de que podemos lograr lo que nos proponemos, que juntas tenemos la fuerza para cambiar lo que soñemos”: es el mensaje que les transmite a miles de mujeres que siguen su ruta.
Quizá al único que no ha podido contagiar sea su hijo Martín, de 14 años, quien eligió la natación.
Liliana encontró un escape para superar su separación
La primera vez que Liliana Ochoa escaló el Alto de Las Palmas tenía 45 años. Ella fue la más sorprendida ya que llevaba muy poco montando en bicicleta con las Bike Girls, comunidad a la que llegó tras pasar por un proceso de separación con su pareja y con deseos de ocupar su mente en otros asuntos.
Hoy tiene 53 años y pese a su contextura delgada y de baja estatura, es una ciclista acuciosa que no pierde oportunidad de salir a rodar casi todos los martes, jueves, sábados y domingos. Entre semana hace trayectos cortos, los fines de semana aborda jornadas de largo aliento. “Perseverancia, paciencia, constancia. Esta es una gran terapia”, sostiene.
Para Adriana se vale montar en bicicleta y seguir siendo dormilona
Uno de los retos más difíciles a los que Adriana Ángel tuvo que acostumbrarse cuando su amiga Mónica Rodríguez logró atraerla al ciclismo fue combinar las rodadas con uno de sus placeres: dormir.
“Me cambió mi vida de marmota. Todavía marmoteo un poco, pero ya me he acostumbrado a despertarme a las 5:15 de la mañana o antes para salir a montar”, cuenta.
Desde antes que existiera Bike Girls Adriana rodaba con Mónica y por eso fue una de las primeras a las que ésta llamó cuando quería montar acompañada.
“Nos tocó en una época en que pocas mujeres lo hacían. Inspira ver que otras salen e inspira lograr metas que uno creía imposibles. Todo ayuda a que uno se crea el cuento”, cierra.
Aprende en un minuto con Bike Girls
Desde hoy y todos los jueves Vivir en El Poblado en alianza con Bike Girls comparte secretos de conocedoras para mujeres que emprenden la aventura de la cicla.