Estos eventos abrieron un diálogo entre los jóvenes artistas colombianos, el público y muchas de las más revolucionarias propuestas estéticas internacionales de entonces.
Una característica del ser humano es la tradición de conmemorar, que no es un mero ejercicio de memoria sino, sobre todo, la posibilidad de repensar el significado de los acontecimientos.
Hace 50 años se produjo uno de los eventos más trascendentales para la historia del arte en Colombia. Entre mayo y junio de 1968 se desarrolló la primera de las bienales de Coltejer, a la que siguieron dos ediciones más en 1970 y 1972; hubo que esperar hasta 1981 cuando se llevó a cabo la IV Bienal de Arte de Medellín con el apoyo de un grupo de empresas entre las cuales ya no estaba Coltejer.
La principal conmemoración de los 50 años de la I Bienal ha sido la realizada por el Museo de Antioquia, que además se convierte en motivo para volver a visitarlo.
Hace algunos años, el Museo recibió en comodato la colección de arte de Coltejer que reúne las obras galardonadas en las sucesivas bienales y otras expuestas en ellas que, aunque no habían sido premiadas, fueron adquiridas por la compañía. Ya antes Coltejer había entregado al Museo La cámara del amor, con la que Luis Caballero ganó la I Bienal, una obra que por su estructura espacial fue ubicada de manera permanente en una sala especial. Los restantes trabajos se encontraban expuestos en la Casa del Encuentro; ahora han sido trasladados a las salas principales del Museo, donde enriquecen el análisis de los procesos artísticos de la segunda mitad del siglo XX en la región y en el país. No se trata de un cambio mecánico de sede pues, aunque se mantienen reunidas las obras de las Bienales, se integran y dialogan con otras de las colecciones propias del Museo.
La importancia de la nueva organización de las salas del Museo se puede plantear al menos desde dos perspectivas distintas.
Por una parte, podemos acercarnos de manera concreta a la incidencia de las Bienales en el desarrollo del arte nacional. Estos eventos abrieron un diálogo entre los jóvenes artistas colombianos, el público y muchas de las más revolucionarias propuestas estéticas internacionales de entonces. Por supuesto, la muestra del Museo de Antioquia recoge solo unas pocas obras entre las muchas que se expusieron en las Bienales, y el hecho de que fueran premiadas no asegura que hayan sido las más influyentes.
Pero, además, en estos nuevos recorridos del Museo de Antioquia podemos descubrir la trascendencia de esas instituciones, fundamentales en los procesos del mundo moderno, que son los museos: creemos a veces que son meros espacios donde se exponen obras de arte de forma agradable y ordenada. Estas nuevas salas permiten comprender que, a través de las obras, el Museo plantea un relato que interpela nuestra propia historia cultural; por eso, lo que está en juego en las nuevas salas del Museo de Antioquia no es la belleza o expresividad de las obras sino el reconocimiento de lo que somos, de lo que hemos ganado y de lo que hemos perdido al interactuar con las posibilidades de una cultura globalizada.