Colombia se acostumbró a la grandeza del deporte. Un equipo de fútbol con buenos mundiales y jugadores millonarios, Caterine Ibargüen, Mariana Pajón… pero ganar cada medalla es difícil.
Bernardo Baloyes necesitó unas piernas prodigiosas, un alemán generoso, una década de desarraigo de su pequeña isla, y de muchas, muchísimas horas de entrenamiento para ser el primer colombiano en ganar una medalla de oro en las pruebas de velocidad de atletismo de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Sí, cada medalla de Colombia en unos juegos vale, y mucho.
Bernardo es el ejemplo de la superación en el deporte. Salió de Isla Fuerte, un pedazo de tierra de 3 kilómetros cuadrados a media hora de tierra firme en lancha rápida. Se hizo atleta en Medellín gracias a Udo Shoknet, un alemán enamorado de la isla que cuando veía un pelao con condiciones lo enviaba a un lugar donde sí pudiera progresar.
Baloyes dejó de comer pan, su comida favorita, solo para rendir en los entrenamientos que durante una década lleva haciendo cada día en la pista de Medellín. Hoy es el primer corredor en la historia de Colombia en ganar una prueba de velocidad (100, 200 o 400 metros) en unos Centroamericanos y del Caribe, precisamente unas justas que acaban de terminar en Barranquilla con el tercer lugar de Colombia con 79 metales dorados.
Colombia no cumplió los objetivos y sus directivos no se fueron felices. La delegación terminó muy lejos de los 132 oros del campeón México, y sin el anhelado hito de los 100 triunfos que sí logró Cuba, segundo en la tabla. Colombia, que repitió el tercer lugar de hace cuatro años, tuvo su mejor cosecha en estos Juegos en unas justas con todos los países (en 2010 logró 100, pero no estaban los cubanos). Pero creo que no tenemos la dimensión de nuestros logros.
Colombia se acostumbró a la grandeza del deporte. Un equipo de fútbol con buenos mundiales y jugadores millonarios, una Caterine Ibargüen que domina su disciplina durante años, una Mariana Pajón que celebra títulos desde que soltó el tetero. Pero ganar cada medalla es difícil.
En cuentas de la Federación Colombiana de Natación, cada medalla de oro de Isabella Arcila cuesta 65 mil dólares al año. Isabella, caleña que vive y compite en Estados Unidos, fue la reina de nuestra delegación con cuatro medallas de oro en los Centroamericanos, siendo la primera colombiana con esa cifra en la historia de estas justas, las más antiguas en el ámbito regional. “Pero cada medalla cuesta, y mucho”, lo dice una mujer que, pese a sus logros, aún no tiene un patrocinio para solventar esa cifra que cuesta su preparación.
Nos acostumbramos al triunfo, a la victoria continuada, a la celebración periódica, pero sin ver qué pasa detrás. Colombia tiene el privilegio de una mixtura de razas, climas y territorios que nos hace fuertes en muchos deportes. Y por eso creemos que cada competencia es casi una cita obligada para la victoria. Lo viven desde el millonario Falcao García hasta el corajudo Nairo Quintana. También los pelaos que se quedan sin un podio en los Juegos. Pero cada medalla de Colombia cuesta, ya sea dinero o una supuesta tontería como dejar de comer pan. Y por eso, cada vez que escuchamos un himno o vemos la bandera ondeándose, es momento de celebrar.