Al olvidar que el cerebro es una máquina lenta, el deseo de emular a las máquinas rápidas, se convierte en fuente de angustia y frustración
En esta época de intensa velocidad propongo una pausa para percibir las virtudes de la lentitud y confrontarla con la velocidad; solo el ser humano hace pausas con sentido.
Tenemos una gestación larga, comparada con casi todos los seres vivos, pero no suficiente para obtener el desarrollo que logran otros mamíferos al nacer. Nacemos prematuros y frágiles, pero creamos la estrategia de la infancia prolongada y del cuidado parental para completar el desarrollo. Para hablar de este proceso, el neurocientífico italiano L. Maffei, describe en Alabanza de la lentitud, las evidencias del desarrollo cerebral humano. Maffei cuenta que en el Salón de los Quinientos en Florencia, se observan unas tortugas que llevan sobre el caparazón una vela hinchada por el viento. Entre ellas se descubre la leyenda: festina lenti: apresuraos con lentitud. ¿Qué significan estos frescos pintados por Vasari y encargados por Cosme I de Medici? La tortuga representa la lentitud y la vela, la velocidad. Para Cosme, este oxímoron significó: “piensa y reflexiona antes de emprender acciones de gobierno”.
Al olvidar que el cerebro es una máquina lenta, el deseo de emular a las máquinas rápidas, se convierte en fuente de angustia y frustración. Pero “la felicidad suprema del pensador está en sondear lo sondable y venerar en paz y tranquilidad lo insondable” (Goethe).
Maffei adelanta la idea de que un predominio del “pensamiento rápido o digital”, acarrea actuaciones erradas, males para la educación y la vida civil e invita a reconsiderar las posibilidades del llamado “pensamiento lento”, basado en la reflexión, el lenguaje y la escritura, camino importante para la educación en general y para la enseñanza en los colegios.
Maffei cita el cuento de T. White, Camelot, donde narra la gesta de Arturo y un relato de creación de los animales: al principio fueron creados muchos embriones; se les preguntó por las características que deseaban para posibilitar su supervivencia. Todos eligieron salvo el embrión del hombre. Se le invitó a elegir de nuevo, pero el embrión humano dijo que quería quedarse como estaba. Así el ser humano conserva la curiosidad y la sed conocimientos. Desde el punto de vista evolutivo esa elección determinó ajustes como la infancia prolongada y el cuidado de los padres. En efecto, el período de mayor plasticidad del hombre dura 9 años, en tanto que el de los animales se resuelve en semanas o meses.
Al estudiar el desarrollo, en pedagogía Waldorf, también es claro que el cerebro alcanza su madurez a los 9 años. “Para construir el cerebro humano, la evolución eligió la técnica de la lentitud; en cambio para los restantes animales eligió la rapidez”. Esto tiene consecuencias para la educación y las costumbres del ser humano actual. Hablaremos de ellas.
Alabanza de la lentitud
Lamberto Maffei (autor)
Carlos Olalla Linares (traductor)
Si hay un signo de los tiempos actuales, sobre todo desde la irrupción en todos los ámbitos de la “era digital” presidida por internet y el teléfono móvil, esta es la inmediatez, el deseo cada vez mayor y más apremiante de la solución instantánea para saltar a otra cosa. Repartida nuestra atención entre cada vez más requerimientos urgentes, no es raro acabar albergando una sensación de angustia o de frustración. Y es que el cerebro es una máquina lenta, aunque útil si se acierta a hacerla funcionar. A caballo entre la neurociencia y las humanidades, Lamberto Maffei reivindica en esta “Alabanza de la lentitud” las ventajas y beneficios de una existencia más pausada que recupere el gusto por el detenimiento y por el aprecio del tiempo, y rompe una lanza a favor de la palabra, de la escritura, de la lectura y de la asimilación, así como por una civilización en la que prevalezcan la reflexión y el pensamiento lento.
Invitación para este jueves 12 de julio