“Colombia es de los pocos lugares del mundo donde un niño pide en su Navidad: un balón de fútbol, una bicicleta o unos patines. Eso hará que siempre sean una potencia”. Las palabras de Sabatino Aracu hace un par de años demuestran el poderío de Colombia en un deporte común para nosotros, extraño para el resto del mundo, y que hoy celebra de nuevo un título mundial: el patinaje.
Aracu, presidente de la Firs (la Fifa del patín), vivía sorprendido cada vez que venía a Colombia y veía como los niños inundaban los patinódromos. “La relación de Colombia y el patinaje es bellísima”. Esa relación está cimentada en el oro, en una cantera inagotable de campeones.
Colombia ratificó su séptimo título mundial de patinaje de carreras, gracias a 20 medallas de oro logradas en Nanjing, muy por encima de las seis de Francia. Allá Colombia logró de nuevo el triunfo general y llegó a 14, cimentados en una fantástica actuación de los juveniles, que ganaron 13 de las 20 doradas.
Pero hay que saber leer los números. Los mayores, con 7 doradas, fueron los de mejor cosecha, pero vieron como la brecha se cerró con países como Francia (4), y cómo en la velocidad masculina caía su liderazgo de años: por primera vez en 15 años hubo siete países diferentes con un oro. Algo similar se vio en los Panamericanos de Toronto, en el que Colombia ganó 3 de 6 oros. Fue el mejor, pero no con esa diferencia que muestra el medallero de Nanjing. ¿Malo? No parece. “Si los demás países crecen, el patinaje crece. Si es solo un país, es complicado”, explica Luis Amaolo, periodista argentino.
Ahora, más allá de esos números, cada vez que los colombianos salen ondeando la bandera como su capa, revive la eterna pregunta, ¿cuándo va a ser olímpico el patinaje?
El patinaje tiene, y de sobra, el espectáculo que no vemos en algunos deportes que sí están en el programa. La velocidad es emocionante, y el fondo muestra estrategia. Pero la tarea está en dos pendientes: la universalidad y el apoyo institucional/económico. Y ahí el patinaje pierde.
En la masificación universal, el Mundial de 2008 tuvo una concurrencia récord de 59 países, pero este año solo 40 naciones llegaron a Nanjing. Aún no se suman potencias como Rusia o el Reino Unido, y países como Estados Unidos apenas van con un puñado. En el Mundial de Cali-07, llegó un atleta mayor con unos patines y una licra de su país, lejos del nivel que exige un Mundial. Eso, por lo menos, ya no se ve tanto. Y ni qué hablar de las pistas: Medellín y su área metropolitana triplica (7) a las pistas que tiene todo Estados Unidos (solo 2).
En dinero, la situación no mejora. Los patrocinadores se limitan a fabricantes de patines, ruedas o lycras, la transmisión por TV es limitada y el cubrimiento periodístico es, en su mayoría, colombiano. Por esto, los patinadores cuando piensan en Olímpicos llevan sus sueños al hielo, un hito que aún no ha sido posible.
La dirigencia (con colombianos en su cúpula) ha buscado hacer la tarea. Se han presentado en las elecciones de nuevos deportes a Juegos Olímpicos, perdiendo con el rugby y golf para 2016 y con la lucha (reincorporada) para 2020, edición que aceptará a la escalada, el surf, el híbrido béisbol/sóftbol, el karate y el skateboarding. Este último será la entrada del patinaje al COI. La Fedepatin ya tiene armada su comisión nacional de skate, y mira con ilusión el futuro, pensando en una mejor manera de llegar a los JJOO. Hoy, nuestros campeones siguen mandando en el mundo, pero ese mundo aún no los acepta como Olímpicos. Y si llegan, el oro no será automático. Se necesitarán de muchos niños pidiendo patines de Navidad para establecer la supremacía.
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