Mi amiga, Fulanita, no marchó. Por dos razones, me dijo. Una: el pánico que tiene a las multitudes -no va a conciertos de tarima ni a clásicos de fútbol ni a temporadas de rebajas; sólo recuerda haber dado pocos pasos en el NO al secuestro del 2008-. Y la otra: desconfía de las marchas; sea cual sea la motivación, piensa, terminan siendo misceláneas que ofrecen desde asistentes comprometidos, hasta despalomados que ignoran por qué salen, pasando por ociosos en busca de programa y vándalos, de ocasión.
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Lo cierto es que, con o sin ella, las marchas del 21A, a pesar del Día Cívico que Petro se sacó de la chistera -de la gorra que últimamente le cubre el descampado-, lograron crear un hecho político que al final es lo que importa: las instituciones (defectuosas), pilares de la democracia (defectuosa), tienen quien las defienda: el pueblo, señores del gobierno. Ese pueblo –todos los somos- que su jefe pretende enfrentar con tal de salirse con la suya. (Los consensos le importan un rábano). El mismo cuya palabra es ley, cuando apoya sus proclamas, pero, motivo de mofa, cuando las cuestiona. (Nada más enriquecedor que el disenso, deberían tenerlo claro los gobernantes). ¿Quién fue el de la idea de que los colombianos se hicieran sentir en las calles?, ¿quién? Sólo que ya no es el dueño, la realidad lo hizo aterrizar de barrigas.
De ahí la soberbia (“sólo piensan en el golpe de Estado porque no aguantan que el pueblo pobre y juvenil triunfe”, dijo sobre la muchedumbre del 21; ¿pobre y juvenil como él?), la desmemoria (“un gobernante debe siempre escuchar y corregir si es necesario, la mayor violencia siempre proviene de un gobierno que se vuelve indolente y sordo”, le dijo al entonces presidente Duque; ¿indolente y sordo como cuál?), los enredos que arma al instante. En el M19 aprendió, entre otras cosillas, de golpes publicitarios, de falacias convincentes, de frases efectistas tipo “golpe blando”. Las repite y les cuelga adornos –“buscan tumbar al Presidente”, “la oligarquía no quiere el cambio”, “el poder constituyente está en marcha”-, mientras con el Mirado #2 en ristre y la genialidat mesiánica a flor de piel y la mirada en lontananza, hace pausas calculadas para recibir la ovación del respetable.
Se queja de que los opositores atentan contra la democracia al desconocer el resultado de las urnas. ¿Lo reconoce él, al anteponer la voluntad de cabildos de ocasión a la del Congreso de la República (defectuoso), elegido por voto popular? Es que, Presidente, eso de que las formas no importan, es un disparate que no le queda bien a un Jefe de Estado.
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¡Pilas! Es obvio que sin contenido para qué formas, pero sin formas el contenido se sale de madre, como pasa con las quebradas que no están canalizadas. La canalización es la democracia, la democracia es la forma, la forma la determinan los ciudadanos (el contenido) con la escogencia de sus representantes.
Pensar antes de hablar no le hará ningún mal, a lo mejor hasta le conviene para que le peleche la coronilla. Ensaye, Presidente, usted tiene algunas ideas novedosas. Pero un resentimiento, un desorden administrativo y una inclinación hacia posiciones autoritarias…
ETCÉTERA: ¿Qué más era, Fulanita? (Al momento de entregar esta columna, las manifestaciones de Mayo 1º estaban por venir).