La antigua frase: “para dormir está la tumba”, ya ha pasó de moda.
Dormir bien no es sólo una necesidad, en la época que vivimos, es un lujo. Dos de cada tres personas en los países desarrollados no llegan a las ocho horas recomendadas de sueño nocturno (definiendo desarrollo como facilidad de acceso a internet, redes sociales y sociedad de consumo no importando el ingreso per-cápita). Y aunque esta información no te sorprenda, las consecuencias de dormir de manera habitual menos de seis o siete horas puede que sí lo hagan.
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El mal dormir destroza el sistema inmunitario, duplica el riesgo de sufrir un cáncer, aumenta el riesgo de diabetes, enfermedad cardiovascular y obviamente enfermedades neurodegenerativas, como el Alzheimer y el Parkinson.
¿Sabías, además, que aproximadamente cada hora una persona muere en un accidente de tráfico debido a un error asociado con el cansancio? Este tipo de accidentes superan a todos los causados por el alcohol y las drogas.
Por otro lado, la interrupción del sueño tiene aún una mayor influencia en las principales afecciones psiquiátricas, como la depresión, la ansiedad y el suicidio. No dormir suficiente nos puede hacer aumentar de peso, ya que aumenta la concentración de una hormona que nos hace sentir hambre e inhibe la que nos hace sentir saciados.
Incluso en condiciones extremas como lo es la apnea del sueño, se producen cambios severos del metabolismo aún sin aumento en el consumo de calorías. Son aquellos casos donde dietas extremas son inútiles e incluso contraproducentes.
El sueño es tan importante, que el proceso evolutivo no ha podido evadir que repitamos diariamente este estado donde además de ser vulnerables a los depredadores, no podemos alimentarnos ni reproducirnos.
Sin embargo, somos la única especie en la naturaleza que se priva del sueño deliberadamente sin que ello nos represente una auténtica ventaja.
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La sociedad y los malos hábitos nos han llevado a un descuido del sueño, lo cual resulta tremendamente costoso, tanto desde un punto de vista humano como económico. Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha declarado una epidemia de pérdida de sueño en las naciones industrializadas.
Es por ello que una de las recetas de la medicina funcional es dormir. Es gratis, indoloro y más eficaz que suplementos o tratamientos costosos para el bienestar. (Cabe aclarar que una buena receta no está asociada a medicamentos para dormir).
El desinterés de la sociedad por el sueño ha sido en parte provocado por el fracaso histórico de la ciencia en lograr explicar por qué lo necesitamos. El sueño se ha mantenido como uno de los últimos grandes misterios biológicos a pesar de los grandes avances científicos.
Aunque ya entendamos para qué sirven tres de los cuatro procesos biológicos básicos de la vida como son comer, beber y reproducirse, el por qué dormimos sigue siendo un enigma.
Lo que sí sabemos es para qué lo hacemos. En el interior del cerebro, dormir mejora nuestra capacidad de aprender, memorizar, tomar decisiones y realizar elecciones lógicas. El sueño cuida nuestra salud psicológica y emociones, permitiéndonos ser más resilientes a los obstáculos que nos pone la vida.
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Faltan algunos eslabones por descifrar, pero el mensaje es claro: el sueño es el remedio más eficaz para restablecer nuestra salud cerebral y corporal todos los días, y el mayor esfuerzo de la madre naturaleza contra la muerte.