El ser humano aparece en la Tierra como capaz de controlar todos los elementos y vivir en todos los sitios del planeta, desde el Ecuador a los polos. Los animales son más perfectos desde el punto de vista del desarrollo físico y son maestros de elementos específicos: el topo, las hormigas y el oso hormiguero dominan el elemento tierra; los peces son maestros del agua y las aves del aire. No hay animales que puedan vivir en el fuego y solo el hombre tiene un organismo calórico especializado y es capaz de manipular el fuego, controlarlo y aprovecharlo para transformar la materia. El ser humano necesita calor para vivir y a su vez gobierna el calor interior. El calor es su verdadero hogar, en él vive su Yo. “Una llama es lo que soy yo con toda certeza” decía Nietzsche. (S. Pressel)
Una excepción en el reino animal son las abejas, cuya colonia se conserva a una temperatura entre 37 y 42 °C, como el ser humano. Las abejas están esperando que transformemos las prácticas agroquímicas y que disminuya la contaminación. Así podrán recuperarse, mantener la vida en el reino vegetal y dar calor y remedios al reino humano. Sembrar plantas con flores y respetar las malezas que florecen es una manera de apoyar a las abejas.
“En el ser humano, el calor permite que el Yo pueda estar dentro de la corporalidad física. Una red de capilares teje en la piel un manto que regula la temperatura corporal. En los animales esto no sucede, solo ocurre en zonas parciales -como en las orejas del elefante- pero no en el cuerpo entero. El calor en el ser humano es el que unifica y da coherencia a las partes dentro del todo, desarrollando el equilibrio del medio interno y creando las condiciones para que el Yo habite en el cuerpo físico”. (C. Botero)
A otro nivel hablamos de calor anímico, de cualidades cálidas que viven en el alma.
Experimentamos y reconocemos el frío anímico, que genera distancia y rigidez en la postura corporal. El entusiasmo, decían los griegos, es el calor que precede al surgimiento de una idea creadora.
Estas son recomendaciones generales para mantener el calor: es necesario cuidar la vestimenta. La moda actual descubre excesivamente el cuerpo. Ojo a los niños semidesnudos en los supermercados: atentado para el inmaduro organismo calórico infantil. La ropa crea una capa de aire que permite mantener la temperatura. Las comidas calientes y cocidas son más digeribles que los alimentos fríos y crudos. La cocción es una predigestión y facilita la incorporación del alimento. El alimento cocido nutre y el crudo sana. Hay que buscar un equilibrio entre ambos. En verano se dará una mayor proporción de alimentos crudos y fríos y en invierno cuando la organización calórica lucha contra el frío exterior, no la podemos exigir con alimentos crudos. Igual en la comida de la noche: se digiere mejor una sopa de verduras que una ensalada cruda.
El pulmón es un órgano frío por naturaleza y no tolera el frío exterior. Exponer el pecho al frío o a corrientes de aire, predispone al resfrío y a problemas respiratorios. “Nunca el pecho ni los pies fríos” decían los sabios chinos.
El calor es una medida importante en el tratamiento de las enfermedades degenerativas y tumorales. El jengibre, tanto en té como en baños de pies o en emplastos, saca el frío y genera calor. La quimioterapia y la radioterapia también calientan al paciente. El muérdago (Viscum album europeo) es un generador de calor en el frío del cáncer. La medicina antroposófica es una medicina del Yo, del calor; es necesario dar calor, cuidar el calor y ofrecer un trato cálido.
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