La Alcaldía de Medellín le anunció al ITM una rebaja en las transferencias ordinarias del próximo año. Una decisión que recibió un rechazo unánime.
El jueves 3 de noviembre, las paredes del ITM amanecieron llenas de preguntas: “Quintero, ¿el alcalde de la educación? ¿Dónde está la plata?”. La asamblea multiestamentaria, conformada por estudiantes, docentes y empleados, declaró el día anterior un paro de una semana por una comunicación de la secretaría de Hacienda del Distrito, en la que les informaba a las directivas de la institución una reducción del 13 % de las transferencias ordinarias para el 2023.
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Ese mismo día, el Consejo Académico del ITM, en cabeza del rector Alejandro Villa, envió un mensaje al alcalde Daniel Quintero, “reiterando las necesidades institucionales y advirtiendo los riesgos de desfinanciamiento a los proyectos del Plan de Desarrollo”.
Pero el alcalde estaba distraído, chicaniándole al periodista Hassan Nassar con el certificado Guiness Record que recibió por una jornada en la que se juntaron 3.119 personas para asistir a una clase de programación. “¡Para mí esto es muy relevante!”, dijo el alcalde en la entrevista. “Realmente lo que está pasando en Medellín es una maravilla”.
Hay que recordarle al alcalde Quintero que en 2020 el ITM recibió del ministerio de Educación Nacional la reacreditación en alta calidad por ocho años.
Hablemos de lo que es verdaderamente relevante, alcalde: una clase masiva de programación, montada para obtener un récord, no pasa de ser un show para ganar titulares. Mientras tanto, ¿qué pasa con los indicadores de educación? La representante a la Cámara Luz María Múnera evidenció el no avance en algunos indicadores del Plan de Desarrollo de la Alcaldía. “Al tercer año de mandato, las alcaldías y gobernaciones deberían llevar adelantado alrededor del 75 % de ejecución en sus programas”, dijo la representante Múnera en su cuenta de Twitter. En un ejercicio juicioso, mostró una serie de proyectos con avance del 0 % en Medellín; el indicador de “estudiantes que evidencian mejoramiento en Pruebas Saber”, por ejemplo, solo ha alcanzado el 47 %.
El Concejo de la ciudad, por iniciativa del concejal Daniel Duque, escuchó a los estudiantes, docentes y trabajadores del ITM, y puso el dedo en la llaga: “Que las universidades de Medellín -el Colegio Mayor, el Pascual Bravo y el ITM– cuenten con el presupuesto necesario para poder cumplir con sus planes de desarrollo. Esto no puede seguir dependiendo de la voluntad política del alcalde de turno, tiene que ser una política pública. La matrícula cero fue un avance importante en tumbar una barrera de acceso a la educación superior, pero no es suficiente para garantizar todos los recursos que se necesitan para que una institución educativa como el ITM pueda funcionar”.
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Hay que recordarle al alcalde Quintero que en 2020 el ITM recibió del ministerio de Educación Nacional la reacreditación en alta calidad por ocho años. Un gran reconocimiento que él mismo celebró con bombos y platillos, por tratarse de un logro conjunto de una institución en la que el 98 % de sus estudiantes pertenece a los estratos 1, 2 y 3.
En las paredes del ITM se lee: “Alcalde, valóranos. No a diferencias políticas”. Queda en el aire el interrogante: ¿la decisión obedece a retaliaciones políticas? Ojalá que no. El ITM es una institución que ha recibido siempre el apoyo de las sucesivas administraciones municipales, desde que fue creado por el Concejo de Medellín, en 1944, como el Instituto Obrero Municipal. Es un patrimonio público de la ciudad, y merece respeto, por supuesto.