Memorias de un pionero

- Publicidad -

A sus 94 años, el doctor Jairo Cardona recuerda con claridad las fechas y los nombres de los acontecimientos más importantes de su vida, que no fueron pocos. Médico graduado de la Universidad Nacional de Colombia, el doctor Cardona fue el pionero de la medicina nuclear en Medellín; trajo, desde 1965, los primeros equipos de radiología de la ciudad, y dictó en la universidad la primera cátedra de tratamientos con rayos X.

Juan Pablo González, médico pediatra, y creador de Hola Dr, una iniciativa que cumple 5 años.

Lea también: Red de palabras de buena vida

Desde pequeño supo que quería estudiar medicina, lo que implicaba, en los albores del siglo XX, un esfuerzo descomunal para alguien nacido en Maceo, Antioquia. Su padre, “el hombre más culto del pueblo”, dice orgulloso el doctor Cardona, se empeñó en darles a todos sus hijos la posibilidad de salir del pueblo para avanzar en sus estudios. No había muchas opciones, y el joven Jairo recibió una beca de la secretaría de Educación, gracias a que había aprendido de su padre la caligrafía y algunas nociones de matemáticas.

- Publicidad -

La letra clara y ordenada de su cuaderno descrestó al visitador oficial, que le dio una beca para estudiar en Sopetrán. Algunos años después, Jairo se buscó la manera de ganarse un espacio en Medellín, en el Liceo de la Universidad de Antioquia, como una ruta segura para seguir allí sus estudios de medicina. Pero la intransigencia política de los años 50 se interpuso en su camino: el rector de ese entonces, Ignacio Vélez Escobar, le negó la posibilidad de entrar, “por ser liberal”.

“El secreto mío es la buena memoria”

Empieza el periplo: se ganó el puesto para estudiar primero en Popayán, y después en Bogotá, en la Universidad Nacional. Y muy rápidamente, cuando apenas estaba cursando su tercer año de medicina, el novato Jairo empezó a asistir a los cirujanos de la Clínica Marly, combinando las obligaciones universitarias con su pasión de autodidacta, que lo llevó a devorar cuanto libro llegara a sus manos.

El doctor Jairo Cardona, médico graduado de la Universidad Nacional de Colombia, fue el pionero de la medicina nuclear en Medellín.

“Como buen paisa, yo miraba, y repetía”. Una vez graduado, en 1958, viajó a trabajar en Venezuela, como una escala para cumplir su otro gran sueño: estudiar en Alemania.

Era el inicio de la década de los 60, y el doctor Jairo Cardona llegó a conquistar el país europeo, solo con una tarjeta de recomendación del ministro de Salud de Venezuela. “No sabía ni saludar”, dice, pero se compró un Opel, adquirió una cámara Agfa, y se inscribió en el Goethe Institute.  En poco tiempo, “gracias a que he tenido una excelente memoria”, ya se defendía en alemán, y les enseñaba a sus compañeros algunas palabras en español y algunos pasos de cumbia, “con unos discos de 45 que había llevado de Colombia”.

- Publicidad -

Sus habilidades como médico le valieron una beca de 3.000 marcos del gobierno alemán, “porque era el único latinoamericano estudiando en Berlín”. Y, por cosas del destino, terminó especializándose en el área que después le daría fama en Medellín. “Los estudios de especialización en ese tiempo no existían. Uno se iba metiendo al área e iba aprendiendo. Todos los días había staff de médicos, y se intercambiaban los conocimientos”.

Después de estar cinco años en Alemania, vino a Medellín a despedirse de su familia, porque ya había decidido quedarse allá. Pero lo jaló la tierra: en la ciudad no había nada de radiología, y él tuvo la oportunidad de ser pionero, tanto en la Universidad de Antioquia como en el Hospital San Vicente de Paúl. El mismo rector que no le había dado la oportunidad de entrar a estudiar medicina por su afiliación liberal, años atrás, ahora lo recibía con los brazos abiertos. En pocos años, el doctor Jairo Cardona montó las terapias de rayos X, trajo de Alemania una bomba de cobalto y una unidad de radioisótopos, y empezó a ofrecer tratamientos oncológicos con quimio y radioterapia.  En sus años de retiro ha alcanzado a publicar 22 libros y seguir escribiendo sin pausa, porque en su cabeza aún hay muchas cosas por contar. “El secreto mío es la buena memoria”, y tiene razón.

- Publicidad -

Más notas

- Publicidad -

Más noticias

- Publicidad -