/ Jorge Vega Bravo
Hablé en la columna anterior sobre el enunciado de R. Steiner según el cual las patologías orgánicas son de origen anímico. También afirma que las llamadas enfermedades mentales (trastornos del ánimo, depresión, psicosis) tienen un origen orgánico. Se vislumbra un camino de doble dirección, que vale la pena observar, aunque suene extraño a la mirada científica. La segunda parte de este enunciado es revolucionaria en psiquiatría y lleva años de observación por parte de psiquiatras europeos. Ellos confirman que gran parte de los trastornos mentales tiene su origen en la afección de un órgano. Esta afirmación no se puede ubicar en la línea de la moderna psiquiatría biológica que considera que son producidos por alteraciones de los neurotransmisores y son corregibles solo con fármacos. Es claro que estas alteraciones están presentes, pero son el efecto y no la causa. La psiquiatría antroposófica no niega estos aspectos; los incluye y los quiere llevar a otro nivel.
La medicina convencional no valida estos dos enunciados por varias razones. En el primero -origen anímico de los trastornos orgánicos- una razón es que entre el momento de instalación de la enfermedad y la manifestación de los síntomas, media mucho tiempo. El origen anímico hay que buscarlo atrás en la biografía del enfermo. En el segundo -origen orgánico de los trastornos mentales- el obstáculo tiene que ver con la concepción del ser humano que tiene la medicina científica, que no trasciende lo percibido por los sentidos y trabaja con lo basado en la evidencia. El modelo antroposófico desarrolla una medicina basada en la cognición y demuestra -por un camino nuevo- que más allá de las fronteras de lo físico-biológico, se extienden el nivel anímico y el nivel existencial (espiritual) del ser humano y que estos constituyen su verdadera esencia.
“Sostengo que el reduccionismo científico rebaja de manera increíble el misterio de lo humano con su prometedor materialismo, con la pretensión de poder explicar todo cuanto sucede en el mundo espiritual por medio de patrones de actividad neuronal (…) Debemos reconocer que somos criaturas espirituales dotadas de almas que moran en un mundo espiritual, así como seres materiales cuyos cuerpos y cerebros moran en un mundo material” (Sir J. Eccles, 1903-1997).
En los trastornos mentales hallamos que uno de los órganos internos está afectado. En la depresión es frecuente encontrar el hígado afectado, la voluntad menguada. “En la depresión suele darse una rigidez, en la que el hígado es el órgano clave. El hígado es un órgano esencial en la formación del ánimo. La depresión sucede cuando las fuerzas de la voluntad se amarran al hígado, decae la iniciativa y se carga el ánimo” (V. Fintelmann). Si la afección es cada vez más profunda (por hepatitis, alcoholismo, errores dietéticos), nos encontramos con los cuadros típicos de depresiones endógenas o por agotamiento. En todos los casos podemos hablar de un fenómeno de ‘estancamiento’, donde el enfermo se siente atado a sí mismo y donde las explosiones de manía los liberan temporalmente del estado melancólico. Casi todas las patologías hepáticas -incluidas muchas migrañas- cursan con cuadros de alteración del ánimo (distimia), con cuadros depresivos y con su contraparte, la irritabilidad o cólera (kholé=bilis).Otra cosa son las depresiones menores con una causa externa específica, en las que la profundidad depende del estado de los órganos internos. Llevo muchos años ayudando a mejorar la función de este órgano olvidado por la fisiopatología occidental y veo como el psiquismo de los pacientes mejora. Los invito a pensarlo y a observarlo.
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