/ Juan Carlos Franco
El peaje. Un elemento de la infraestructura vial, fundamental en esta época de vías concesionadas. Funciona bien en muchos países pero en Colombia todavía no terminamos de comprender.
Nuestros peajes antioqueños son parientes de las aceras en Medellín. Ahí están, uno los ve y los usa, pero uno sabe, uno siente que no fueron planeados sino puestos como cayeran. Como sin ganas, como si no se hubieran presupuestado, estrechitos… como si no estuvieran ya inventados en el resto del mundo.
En gracia de discusión, aceptemos que varios de los peajes que funcionan alrededor de Medellín cumplieron un buen papel durante sus primeros años. Algunos pueden tener más de cuarenta años de operación en el mismo sitio. Otros son más recientes pues las vías así lo son. Pero hoy, en la mitad de la segunda década del siglo 21, casi todos los peajes vecinos a Medellín están colapsando. El flujo ha aumentado tanto que la capacidad de evacuación de las casetas es –varias veces por semana- inferior a la cantidad de vehículos que se acercan a pagar. El resultado es que la capacidad de la vía se viene al piso gracias al peaje, con la consiguiente pérdida de tiempo, dinero y paciencia. Y de la competitividad que tanto juramos defender.
El caso más patético es el del Túnel de Occidente. Hay que ver lo que es salir cualquier sábado en la tarde hacia San Jerónimo o Santa Fe de Antioquia y gastar más tiempo en la fila que en el resto del viaje. No es aceptable que esto ocurra en una vía relativamente nueva, que además siempre ha sido destacada como clave para el desarrollo de Antioquia. Por el turismo hacia el Occidente y Urabá, por el comercio, por el futuro puerto, los detalles de esa vía son críticos, no negociables. Pero no, ahí está ese prestigioso túnel con solo tres casetas en cada sentido (y eso cuando están abiertas) en lugar de las cinco o seis requeridas. Y con un espacio de aproximación mínimo.
Y eso sin mencionar el “gálibo” o altura libre del túnel, que no permite el paso de camiones cargados con contenedores. ¿A alguien le cabe en la cabeza que se haya construido esta obra bandera de la ingeniería antioqueña con una falla tan evidente? Aunque no hay riesgo de muertes, es un error de diseño y de sentido común al nivel de los de Space.
¿Que van a cerrar el túnel unos meses mientras bajan el nivel del piso? Y entonces, ¿a quién le pasamos la factura de las impresionantes pérdidas que esto causaría? Si yo tuviera un hotel en San Jerónimo, una casa de recreo en Antioquia, un cultivo en Apartadó o un supermercado en Turbo, ya estaría muy preocupado. Y alterado.
Volviendo a peajes, ¿qué tal el de la variante Las Palmas-Aeropuerto? Solo dos carrilitos en cada sentido. Como si fuera una vía marginal, secundaria. Por más que el concesionario le ponga Flypass y se mantenga cambiando el sentido de flujo en las casetas centrales, por más que lo llene de auxiliares externos de cobro, la fila llega algunos domingos hasta Sajonia.
Que lo van a cambiar de lugar y a ampliar, sí, pero es un proyecto con más de dos años de atraso. Es de esperar que su nuevo diseño contemple al menos cuatro carriles en cada sentido. Perdón, pero tres no es suficiente hoy, y menos lo será dentro de varios años. Y que de esos cuatro ojalá dos sean exclusivos para pago electrónico, para volverlo más atractivo para el usuario y así haya cada vez menos demora por pago en efectivo. Y que tenga amplias zonas de aproximación y distribución. Que se demuestre que fue diseñado con ganas y con visión.
¡Mejor dicho, que sea un peaje normal y no una afrenta a los usuarios y al sentido común, como los peajes que aún tenemos!
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