/ Jorge Vega Bravo
Después de 32 años de ejercer este noble y complejo oficio de mediar, estoy cada día más convencido de la importancia de considerar los aspectos intangibles para comprender el sentido de la enfermedad. “Gracias a los estudios de R. Steiner y a la Antroposofía, hemos podido completar el concepto de enfermedad con tres categorías de conocimiento que están relacionados con principios básicos del organismo humano: 1. La mayoría de las enfermedades tienen su origen en el propio hombre. Los agentes externos juegan un papel secundario. 2. Las enfermedades son procesos normales (fisiológicos) dislocados. ‘Pasa algo en un lugar equivocado’. 3. Las enfermedades tienen un cariz biográfico” (V. Fintelmann).
Vamos a profundizar en el primer principio, que se ocupa del origen de las enfermedades. La cultura actual está volcada hacia afuera y la Medicina busca las causas de las enfermedades en factores externos. Los traumas, las bacterias y los virus, la genética y la contaminación ocupan un lugar importante y cómodo. La experiencia clínica y la observación realizada por el modelo médico antroposófico y por las medicinas integrativas de otras culturas (por ejemplo, la China y la India) demuestran que el auténtico origen de las enfermedades hay que buscarlo en la pérdida del equilibrio entre los diferentes niveles del ser humano: físico, anímico y existencial. La enfermedad empieza como un proceso que está ligado a la conciencia. En el día, al estar despiertos y conscientes, nos desgastamos y surge la tendencia a entrar en el proceso de enfermar. “Enfermamos porque sentimos”, afirma R. Steiner. Nuestra actividad anímica y emocional nos hala hacia la enfermedad; solo que si esta actividad es controlada en su proceso inicial, no llega al estado de enfermedad y se queda como un proceso que es equilibrado por las fuerzas vitales. Existe un equilibrio polar entre las fuerzas anímicas de la conciencia y las fuerzas vitales. Si este equilibrio se mantiene, el proceso de enfermedad no avanza; si la armonía se pierde la enfermedad pasa de lo anímico a lo funcional y finalmente a lo físico. Las manifestaciones sintomáticas -funcionales y orgánicas- constituyen el lenguaje de la enfermedad y son el final de un largo proceso. Estos síntomas suelen ser el objeto central de la acción terapéutica, dejando de lado las causas reales de la enfermedad. Un modelo médico como el colombiano (ley 100), no tiene espacio ni tiempo para entrar en el ser de la enfermedad, para preguntarse por qué y para qué enferma el ser humano. Casi siempre enfermamos por la necesidad imperante de cambiar algo, de mirar en otra dirección, de sanar heridas del pasado. Son el alma y el sentir los que buscan expresarse en el lenguaje de la enfermedad.
“Este primer principio que llamamos condición de enfermar, contiene otro enunciado. Según R. Steiner, todas las patologías orgánicas (una colitis, una gastritis) son esencialmente de origen anímico” (Fintelmann). Puedo dar fe de que en la mayor parte de los trastornos orgánicos, incluidos muchos accidentes, se esconde un drama emocional, una historia del alma, aún no resuelta. Continuaremos ahondando en este enunciado.
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