/ Jorge Vega Bravo
Corría el año de 1956 y un librero de Medellín, don Rafael Vega Bustamante, hacía realidad su sueño de tener una tierra en el campo. Pero don Rafa no buscaba una finca, sino una tierra con potrero para tener una cancha de fútbol donde jugar con sus hijos. Y la encontró en la Loma del Chocho, en Envigado. Son numerosos los recuerdos de infancia y adolescencia jugando fútbol, acampando, cogiendo naranjas y guayabas en esas tierras. Terminamos por aprendernos la cancha de memoria con sus morros y accidentes y el equipo de los Vega estuvo invicto en varias temporadas. Tuvimos la emoción de compartir tardes de fútbol con monseñor Guillermo Vega, quien había sido jugador profesional en el Atlético Municipal, equipo que precedió al actual Atlético Nacional. Más tarde en el bachillerato, en Monticelo, las jornadas deportivas eran tan intensas como las jornadas de estudio o las actividades espirituales. Poníamos en práctica la sátira de Juvenal que dice:
“Se debe orar que se nos conceda una mente sana en un cuerpo sano.
Pedid un alma fuerte que carezca de miedo a la muerte, que considere el espacio de vida restante entre los regalos de la naturaleza.
Que pueda soportar cualquier clase de esfuerzos, que no sepa de ira, y esté libre de deseos”.
Escuché recientemente el informe de una investigación sobre hábitos de vida comunes a poblaciones longevas del planeta y confirmé que el primero es el movimiento físico, el ejercicio en diferentes aspectos: desde arar, cortar leña, recoger agua del pozo, para los habitantes de zonas rurales, hasta ir a pie o en bicicleta al trabajo, o el ejercicio de cualquier tipo, mejor al aire libre. “Es necesario sacar a pasear el alma”. Por ello es preferible salir a caminar o correr al parque o al campo, que quedarse en casa en una máquina de ejercicio o ir a un gimnasio. Se trata de aunar al movimiento físico los movimientos del alma. He estado corriendo algunas mañanas alrededor del parque lineal de Ciudad del Río y es delicioso ver los canarios silvestres, comer grosellas, recoger semillas, en fin, contemplar la naturaleza.
Los movimientos físico y anímico constituyen la mejor terapia para las enfermedades esclerosantes que predominan en la actualidad. El enfermo con diabetes, con enfermedad cardiovascular, con enfermedades articulares degenerativas, debe moverse. Se ha llegado a la cifra mágica de 150 minutos a la semana como el tiempo mínimo ideal para tener las bases de un cuerpo y un alma sanos. Las actividades deportivas han operado como un bálsamo y como un delicioso distractor para esta época de campaña política, gracias a Quintana, a Urán y a este puñado de ciclistas colombianos que mostraron fortaleza física y anímica en el Giro de Italia. Qué país tan hermoso es Italia y qué lindo acercarnos a sus paisajes a costa del ciclismo. Y qué fresca esperanza tenemos frente a estos muchachos de la Selección Colombia de fútbol que muestran una madurez y una disposición anímica inédita. Buen trabajo el de Peckerman, quien suma a estos cuerpos atléticos una mentalidad abierta y una gran fortaleza interior. ¡Fuerza Colombia!
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