“Ningún gobierno es legítimo si no demuestra la misma preocupación por el destino de todos los ciudadanos sobre los cuales ejerce dominio y de los cuales exige sumisión (…) igualdad es la virtud soberana de la comunidad política, sin ella el gobierno solamente es una tiranía”. Ronald Dworkin, en Virtud soberana. Teoría y práctica de la igualdad.
“Es la economía, estúpido” fue una frase muy utilizada en la política estadounidense durante la campaña electoral de Bill Clinton en 1992, que parafraseo hoy ante la grave situación socioeconómica política que vivimos en Colombia. La inequidad, término que prefiero a desigualdad porque va más allá y se relaciona directamente con injusticia, discriminación, exclusión, está en el centro de la seria tormenta por la protesta social que se vive, liderada en muy buena parte por los jóvenes. Analistas y políticos han coincidido en que esa inequidad, tan visible en la juventud, es el centro de la muy intensa rebelión de ahora, muy perversamente utilizada por el vandalismo. El mismo presidente Duque, su gobierno y su partido de gobierno, se han visto compelidos no solo a dialogar, aun con la férrea oposición de las y los más extremistas de su partido, varios y bien presentes, sino a dictar medidas, decretos y proyectos de ley que beneficien a la juventud.
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La equidad es la virtud indispensable de la soberanía democrática, es el “derecho a la igualdad”, o “derecho de los hombres a igual consideración y respeto” dice Ronald Dworkin, connotado filósofo y abogado. Todas las políticas democráticas deben dotar de recursos iguales a los ciudadanos para que sus vidas puedan realizarse, de lo cual se responsabiliza cada persona. Muchos políticos rechazan la igualdad como ideal, afirman que al gobierno le obliga combatir la pobreza, pero no tiene que trabajar por la igualdad de los ciudadanos. En el país, esa ha sido la constante cuando se ha propuesto trabajar por la equidad en nuestra sociedad tan inequitativa, y tantas veces la respuesta es: hagamos algo por disminuir la pobreza, pero no más. Ahora, forzados por las graves circunstancias, parecen haber captado que más allá de “es la economía, idiota” el problema “es la inequidad, idiota”.
“La desigualdad en Colombia es una de las más altas del mundo”; el 20% del ingreso de Colombia está en manos del 1% de la población, mientras la mitad de esos ingresos pertenece al 10%. Esta concentración es mucho mayor a la que existe en Estados Unidos, dijo el destacado economista Thomas Piketty, en una conferencia en la Universidad Externado de Colombia. Pese a que la desigualdad se ha tratado de explicar a partir de la teoría económica, lo cierto es que los determinantes políticos son muchos más importantes. El acceso a la educación y a plazas laborales es una responsabilidad que el Estado debe garantizar. Para este investigador, la “meritocracia” sigue siendo un discurso que utilizan las élites para justificar la desigualdad.
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Esa “meritocracia” va de la mano con la discriminación y el maltrato. En una encuesta del PNUD en Chile, país con estructura social similar a Colombia, se encontró que “el 41% de la población experimentó malos tratos en el curso del último año”. Malos tratos consistentes en haber sido ofendido, atropellado, tratado injusta o violentamente. El “30% de los encuestados dice haber sido atropellado, 29% haber sido ofendido y 27% dice haber sido tratado injustamente”. Nos podemos mirar en ese espejo y comprobar que en el país muchos, justamente, se sienten Humillados y ofendidos.
Las cifras del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas son aterradoras y mortales: indican que casi 7,5 millones de colombianos viven en condiciones de precariedad alimentaria, es decir, que no logran ingerir las 2.100 calorías necesarias por día para no caer en la desnutrición. Un 5,5% (casi 2,8 millones) más que en 2019. Eso implica que 1,6 millones de familias no pudieron continuar con tres raciones diarias en 2021, según el DANE.
CODA. Esta espantosa inequidad que se ha naturalizado en Colombia es hora de enfrentarla con justicia, solidaridad y compasión, ahora o nunca.