Este año llegó a cambiarnos la vida, y fue tan inesperado como necesario. El 2020 nos sacó de la comodidad de la inercia y la rutina que nos esclaviza y nos devolvió hasta la intimidad del hogar, a nuestro mundo interior. Era indispensable para cada uno, para todos y para la tierra.
Recorrer lo vivido y avanzar, reconociendo lo vivido, sin prisa. Quién era, quién soy y quién quiero ser. Estamos obedeciendo a un sistema global que, con los hilos de la información que está bombardeando nuestra mente, logra que, en lugar de sentirnos un todo con un principio creador, caminemos colectivamente hacia lo que el sistema hábil y sutilmente ha tejido.
Este tiempo ha permitido darnos cuenta de tantos pensamientos que no son propios, que obedecen a un programa que busca hacernos perder nuestra esencia y que siempre busquemos en el afuera lo que sentimos como carencia en nuestro interior. Nos llenamos de lo inútil y perecedero, que sólo produce satisfacción efímera e incrementa el deseo de infinitud, de mucho más.
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Mi oficio me lleva a afirmar, con mucha fe, que lo importante en el Ser Humano es el sentir: LOS SENTIMIENTOS. No lo que cree que ya está permeado por el sistema, que ataca el pensamiento y dispersa la atención en lo esencial.
Este año existe la oportunidad de volver al sentir, de concentrarse en las emociones de aprecio, de gratitud; volver a la capacidad de sorprendernos con lo más elemental, lo más simple, con la naturaleza, con los demás. Llegó el momento para fijar nuevos limites a la mente esclava y para hacerlo desde lo positivo. Y así, cuando el ataque de los pensamientos negativos se presente, y nos demos cuenta cuán divididos estamos y con qué facilidad nos identificamos con ese pensamiento, podamos apartarlo.
Como vacuna nos queda LA ATENCIÓN. Tenemos que aprender a estar atentos a quién soy y quién no. Cuando estoy atento, soy; en cambio, cuando los pensamientos arremeten y volamos tras ellos, ahí nos perdemos y dejamos de ser.
Del 2020 nos quedará la opción de ser las víctimas de una historia que no es la que queremos vivir o, por el contrario, vamos a aprovecharlo y devenir individuos que sienten, que respetan, que aman.