Qué difícil para El Poblado este año que aún no termina. Repleto de malas noticias, decepciones y esperanzas aplazadas.
Para empezar, un deterioro considerable, extenuante, de la movilidad en toda la zona. Cada vez más difícil entrar a El Poblado, salir de él o circular dentro de él. Continúa el alto crecimiento vehicular, jamás imaginado por nuestros planificadores y ejecutores. No se les culpa, lo que no es aceptable es que aún hoy haya entidades que persistan en usar estudios anteriores a 2010.
Siguiendo con más y más evidencias de lo poco apropiado e insuficiente del proyecto de Valorización. De sus mediocres y a veces antitécnicos diseños y de las irregulares contratación y construcción de varios de ellos. Tremendo choque con la realidad que todos conocíamos. Menos ellos. Luego de años y años de alcaldes y director de Fonvalmed pintando pajaritos de oro sobre las maravillas de estas obras y la indiscutible valorización -y reducción de trancones- que traerían a todo El Poblado.
Continuando con el sinnúmero de obras e intervenciones por todo el territorio. Bloqueos constantes, demoras intolerables, abrir y cerrar calles para luego volver a abrirlas. Obvio, por esto siempre hay que pasar, es inevitable para el progreso, pero sin duda podrían manejarse mejor. Pero que nuestra ya maltrecha movilidad está colapsando, no le quede duda a nadie. La terminación de los cruces críticos en El Poblado será un débil atenuante frente al crecimiento constante y agresivo de la cantidad de vehículos.
Sin olvidar una repentina y -como temíamos- efímera preocupación por el control de emisiones tóxicas de fuentes móviles. Es decir, por fin empezaron a poner controles serios a tanto vehículo contaminante que circula por Medellín. Pero, tras pocas semanas, se les acabó el impulso. ¿Cuándo se volvió a ver agentes deteniendo camiones, buses, busetas, motos y automóviles que dejan a su paso horrendas estelas de gases? ¿Cuánto tardará en llegar la próxima emergencia ambiental, que tan poco estamos haciendo para prevenir?
Y finalizando con un franco deterioro en la percepción de seguridad, a pesar del trabajo incansable de la Policía y las autoridades. A pesar del aumento de cuadrantes, la gente tiene más miedo que hace un año. Más fleteos, más asaltos a mano armada en vehículos y apartamentos, más asaltos callejeros…
2016, un año difícil como pocos. Y eso que contamos con una administración municipal y un alcalde que escuchan más que los anteriores. No hacen milagros, pero generan un mínimo de tranquilidad.
A nivel regional, también la movilidad es factor preponderante. En especial en el cercano Oriente. Al menos esta nueva Gobernación demuestra mayor interés que la anterior en integrar la región por medio de un Área Metropolitana. A ver si por fin sus municipios aprenden a trabajar en la misma dirección.
Y además se está promoviendo una vía totalmente nueva entre Las Palmas y El Tablazo, que ojalá sea pronto una realidad. Y que ojalá sea un proyecto limpio y transparente, que realmente desembotelle el tráfico.
Pero para la vía Las Palmas, el eje vial crítico de la región y que comunica a Medellín con el Oriente y el aeropuerto, 2016 fue un año negro. Aumento radical en el número y la intensidad de los trancones, además de la cantidad y gravedad de los accidentes. Sin contar con las veces en que tuvo que recibir toda la camionada de Oriente por estar reemplazando a la autopista Medellín – Bogotá.
Ni siquiera con su doble calzada es capaz esta vía de dar servicio eficiente al intensísimo flujo vehicular entre El Poblado y el Oriente de Medellín.
Por favor, 2017, ven, no tardes tanto…
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