La obra que Steiner dejó a la humanidad se puede considerar, tanto por su contenido como por su profundidad y amplitud, única en Occidente. Para gran parte de nuestros lectores Rudolf Steiner es un desconocido. Y parece extraño por tratarse de un ser humano que produjo una obra de la magnitud que vamos a esbozar.
Steiner nació en un pequeño pueblo del imperio austrohúngaro el 27 de febrero de 1861, como hijo de un empleado del ferrocarril austriaco y creció en un ambiente campesino, tranquilo y a la vez estimulante. Desde pequeño empezó a tener experiencias espirituales pero sentía que debía acallarlas y justo en 1879 conoció a un sencillo herborista quien por sus profundos conocimientos de la naturaleza transmitió a Steiner el contenido de un conocimiento espiritual instintivo, una sabiduría tradicional, aún no afectada por la civilización materialista que ya se imponía en Europa. “Con él se podía hablar del mundo espiritual como con alguien que lo conocía”, escribe Steiner.
Ese mismo año ingresó como estudiante en la Universidad de Viena donde estudió biología, química y física. Allí conoció, por las disertaciones de su profesor de literatura, la obra literaria de Goethe y de Schiller y llegó a ‘descubrir’ la hasta entonces desconocida obra de Goethe como investigador de la naturaleza, ahondando en sus estudios de óptica, botánica y anatomía. La concepción goetheanística del mundo fue el fundamento de su propia teoría del conocimiento y el estudio de su obra científica le mostró el camino para investigar en el mundo orgánico y tender un puente entre naturaleza y espíritu.
En 1889 recibió la invitación para preparar la edición de los Escritos de Goethe sobre Ciencias naturales, tarea que culmina en 1896. En 1891 recibe el doctorado en Filosofía con la disertación “Verdad y Ciencia”. En 1897 se traslada a Berlín y publica “Goethe y su visión del Mundo”. Allí edita la revista Magazin für Literatur y decide que llegó el tiempo de difundir una serie de conocimientos a través de la palabra. Resultado de ello son las más de 6.000 conferencias que dictó a lo largo de su vida y que se hallan clasificadas y editadas en una obra que alcanza los 300 volúmenes.
Entre 1902 y 1924 la obra de Steiner se puede dividir en tres grandes ciclos de aproximadamente 7 años. La primera etapa la dedica a poner los fundamentos de la Antroposofía o Ciencia Espiritual. La segunda fase (1910-1916) la dedica a desarrollar los fundamentos artísticos de su obra. Lo que hasta ahora se había restringido al ámbito del pensar, se ocupa del ámbito del sentir. En este período y con el apoyo decidido de María von Sivers, su segunda esposa, crea un arte del movimiento: la Euritmia, definida como ‘lenguaje visible del alma’.
La tercera fase (1917-1924) está fundamentada en la idea de la Organización Triple del ser humano y del organismo Social y se dirige a las aplicaciones prácticas y profesionales de lo que fundamentó desde el pensar en la primera y desde el arte en la segunda. En el otoño de 1919 funda en Stuttgart la primera escuela Waldorf, que él mismo dirigirá hasta su muerte. Este movimiento pedagógico se extiende por Europa y luego por todo el mundo. En Colombia tenemos una decena de escuelas Waldorf: 2 en Cali, 4 en Medellín, 1 en el Carmen de Viboral, 1 en Bogotá, 1 en Chía. En 1920 imparte el primer curso para médicos y estudiantes de medicina llamado “La Ciencia espiritual y la medicina”, donde pone las bases de la medicina de orientación antroposófica, que partiendo de la medicina científica occidental incluye los aspectos anímico espirituales del ser humano en el diagnóstico y en el tratamiento.
Al lado de la medicina antroposófica surgen la euritmia terapéutica y la pedagogía curativa, ésta última dedicada a los seres humanos “necesitados de cuidados anímicos especiales”. En Medellín, la Fundación Arca Mundial trabaja con esta orientación.
En 1924 pronuncia un ciclo llamado Curso de Agricultura biológico-dinámica, que pone las bases para una nueva relación con la naturaleza y se adelanta a las concepciones ecológicas de mediados del siglo veinte.
Su última obra la escribe a cuatro manos con la médica Ita Wegman: “Fundamentos para una ampliación del arte de curar”. Las últimas correcciones las realiza tres días antes de su partida ocurrida el 30 de marzo de 1925, a los 64 años.
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