Hay que ver el caos que generó Viva Envigado. Todas las vías colapsadas, inmóviles. Estacionamientos llenos, filas de vehículos esperando que alguien salga para ir entrando de uno en uno.
Qué difícil es la vida para el secretario de Movilidad de una ciudad con vías tan estrechas como Medellín. Y en general, de todas las que conforman el Valle de Aburrá. Casi todo lo que ocurre en sus ciudades va en contra, justamente, de esa movilidad que buscan preservar.
Si abren un centro comercial nuevo, si sube la venta de vehículos, si se construyen nuevas vías o intercambios, si se reparan las existentes, si instalan nuevas conducciones subterráneas, si hay inundaciones, accidentes o manifestaciones… todo constituye un nuevo obstáculo a la movilidad. Son casi inexistentes los eventos positivos que ocurren en la vida diaria de los secretarios en mención. En síntesis, un perpetuo manejo de crisis, que con frecuencia se superponen entre sí.
Hay que ver el caos y la congestión que generó la reciente apertura de Viva Envigado. Todas las vías de acceso repletas, colapsadas, inmóviles. Estacionamientos llenos, valets saturados, filas de varias cuadras de vehículos esperando que alguien salga para ir entrando de uno en uno.
¿Y qué puede hacer la secretaría de Envigado? No mucho, realmente. Jugar un poco con los sentidos de las vías, intentar algo con los ciclos de los semáforos, implorar que la gente use más el transporte público… Y rogar al cielo para que los vecinos del lugar mantengan la paciencia y la cordura mientras reajustan sus rutinas y sus estados mentales a la nueva y dura realidad.
También debe esperar la paciencia y resignación de sus colegas de vida difícil, los secretarios de Movilidad de los municipios vecinos, que, de inmediato sienten el impacto en sus vías.
En Medellín también hay casos críticos. ¿Qué tal el bloqueo frecuente de Los Balsos (¡nada menos!), llegando a la Inferior, debido a la entrada y la salida de un supermercado? ¿O de la glorieta del alto de Las Palmas, que comparte espacio con un popular restaurante?
Volviendo a Envigado, es de esperar que, ante la profusión de tiendas tan novedosas para este mercado, ante tanta oferta atractiva, mucha gente salga de este nuevo megamall cargada de paquetes, y ni siquiera considere llegar y salir de allí en metro o en bus. Seguirán yendo en sus vehículos particulares, dejando el transporte público para quienes no poseen vehículo o, simplemente, van allí a trabajar.
Complica las cosas el estar sobre vías arterias claves para el acceso o salida de Medellín. Que de una manera u otra deberán acomodar frecuentemente una larga y poco móvil fila de carros acercándose a los estacionamientos. Y si esto es en octubre, cómo será en diciembre, cuando ya estarán todas las tiendas y cines operando…
De otro lado, nuestro sacrificado secretario de Movilidad podrá atenuar su pena si considera los altos ingresos que un centro comercial de esta naturaleza y tamaño le reporta a su municipio, los cuales, ojalá, sirvan en parte para mejorar las vías aledañas.
Pero, finalmente, ¿para qué?, si cualquier ampliación inevitablemente será copada, colapsada y olvidada al día siguiente por el flujo incesante de vehículos.
¡Qué vidas tan difíciles!