La candidatura de Vicky Dávila, sugerida hace meses por la ex alcaldesa de Bogotá, Claudia López; lanzada por la propia directora de Semana en el She Is Global de Medellín: “¿no me digan que no estamos listos para una mujer presidente en Colombia?”; y oficializada por su gran amiga, María Isabel Rueda, en columna dominical de El Tiempo, está próxima a aterrizar. En una gira proselitista por 30 ciudades del país, disfrazada de periodismo, iniciará el descenso.
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Mientras le llegan los baños de popularidad –el poder y el músculo financiero ya los tiene todos-, me detendré en la lisonjería de María Isabel. Tras advertir que, al no estar ahora en Semana, se siente libre para escribir sobre “el prospecto de candidatura electoral” de la susodicha, enciende el botafumeiro: “Sí me vienen descrestando sus intervenciones de claro tinte político (…) Su capacidad de expresión, su humildad, su sencillez, su valentía”. (Se refiere a lo que cuenta de su infancia difícil, como la de tantos compatriotas, y de su meritoria carrera profesional, como la de tantos compatriotas, lo cual es motivo de admiración, claro. Pero no acreditación para sentarse en el solio de Bolívar).
“Su discurso estuvo lleno de reflexiones profundas”, sigue anonadada la columnista por esta frase de Vicky: “Nada en esta vida puede ser regalado, todo nos cuesta”. (Mis papás, donde quiera que habiten, estarán sorprendidos: entre sus cuatro hijas, a quienes enseñaron lo mismo, puede estar la próxima inquilina de la Casa de Nariño).
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También confiesa pecadillos ajenos: “Cuando empezó a correr la bola de que estaría pensando en ser candidata presidencial, evoqué a muchos que la desprecian como reportera informada pero poco preparada”. (Reportera informada y candidata preparada no son conceptos sinónimos. Verlo así no es despreciativo, es realista). “En estas épocas donde las cosas han cambiado y la gente joven está tan decepcionada de la política, ya la preparación pesa menos que otras características”. (Qué oda a la mediocridad. Con iguales argumentos, cualquier coleccionista de pulgares hacia arriba –nombres sobran- estaría listo para gobernar).
Se refiere también a sondeos en los que dizque queda claro lo que piden los votantes: “Que sea mujer, de clase media, de provincia y ajena a la politiquería tradicional. Y Vicky está logrando chulear todos esos requisitos”. (Mis primas, mis amigas, mis vecinas, los tienen chuleados desde la cuna y no por eso aspiran a terciarse la banda tricolor). “Muchos de sus críticos la consideran agresiva”. (Están en lo cierto, Chaparrón). “Es que hasta hace muy poco esto no pasaba de ser un chisme y una pelea: sus enemigos están energúmenos de que alguien pueda tomarla en serio”. (No es cuestión de enemistades energúmenas. Observadores desprevenidos, a quienes el fervor protagónico de Vicky Dávila les resbala, piensan que a ella -a mis hermanas y a mí-, la presidencia de la República nos queda varias tallas más grande).
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“Pero, créanme, sin ser todavía candidata, ya despegó”, sentencia, al final, la jefa de debate. (Pues que lo diga de frente, los patrocinadores de sus foros y los demás debemos saber a qué atenernos).
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