Es posible que usted y yo nos pasemos la vida entera pensando que, en Medellín, todas las vías importantes han sido, son y serán – por toda la eternidad- vías de superficie.
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Sí, es muy posible. Tristemente, nos hemos acostumbrado a que, cada año, vivamos un poquito peor, gracias al aumento exagerado de vehículos. De 2, 4, 6, 12 y hasta 18 ruedas: nos resignamos a vivir más estrechos y lentos, y en consecuencia, más estresados, más neuróticos y muchísimo más ineficientes.
Hemos visto crecer y crecer la densidad de tráfico, en los últimos años, a un ritmo endemoniado (motos, en especial), sobrepasando rápidamente niveles que los planeadores de la ciudad nunca imaginaron.
O si lo hicieron, si en sus proyecciones acaso contemplaron tantos vehículos y motos compitiendo por el mismo espacio estrecho, ¿quizá, entonces, fueron los ejecutores quienes no estuvieron a la altura?
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Cuando llegó el momento de decidir si determinada avenida sería ancha o angosta, siempre eligieron angosta. Si pudiera ser de 3 calzadas, mejor hacerla de dos; si pudiera construirse un intercambio elevado desde el día cero, mejor poner semáforos.
Posiblemente, por restricciones presupuestales, pero es más probable que por restricciones mentales. O por cálculos electorales. En nuestro medio, tan cortoplacista, proponer proyectos con verdadera vocación de futuro ha sido fórmula segura, siempre, para perder.
Por consiguiente, quienes podrían ayudarnos a salir del subdesarrollo terminan castigados, precisamente por su capacidad de previsión. Y siempre (¡carajo!) elegimos candidatos que intentarán hacernos sentir bien y hasta orgullosos, de nuestro subdesarrollo (¡carajo!).
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Prefiriendo un ahorro en el flujo de caja de hoy a un servicio de mayor calidad y duración, cuyos beneficiarios (pensamos, para justificarnos) serán habitantes del futuro, no nosotros mismos.
En la próxima generación, sí o sí, tenemos que construirle segundo piso (o subterráneo, según análisis) a las vías que bordean el río (Regional y Autopista) entre Bello y Sabaneta, pero también a la Avenida el Poblado y la Oriental. Y tal vez a la 33 y a la 80. Y también algo habrá que hacer con Palmas, sin duda.
¿Por qué pensar en vías elevadas o subterráneas? Simple. Porque no tienen cruces con ninguna otra. Permitirían cruzar largos tramos, en unos cuantos minutos, y contribuirían de manera radical a reducir la congestión a nivel del suelo, donde debe ocurrir la vida normal de la ciudad.
En principio, parece una idea difícil de aceptar, por sus obvias implicaciones negativas: no son propiamente unas vías bellas, su construcción es larga y muy traumática, además de requerir inversiones multibillonarias.
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Solo que la alternativa es peor: ir perdiendo, poco a poco, la movilidad, en la ciudad, hasta llegar a la casi parálisis del tráfico, aumentar la contaminación, generar hacinamiento y pobreza, neurosis, etc.
Honestamente, la pregunta no es si las vamos a hacer. La pregunta es: ¿cuándo las empezaremos?