“Ventana”

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“Ventana”
Toda la obra de Camnitzer está caracterizada por una perspectiva intensamente pedagógica

En la exposición de Luis Camnitzer, en el Museo de Arte Moderno, reinan la paradoja y la ironía. Pero quizá las obras más paradójicas son las construcciones de libros y cemento, porque en ellas los elementos parecen imponer todo su peso material; sin embargo, como en todo el proceso del artista, lo que aquí se impone es la fuerza y el peso de las ideas.
Luis Camnitzer (Lübeck, Alemania, 1937), quien vive en Nueva York desde 1964, es un artista uruguayo que centra todo su esfuerzo intelectual y poético en la discusión sobre el significado y valor del arte. Y lo ha desarrollado con una intensidad y coherencia que lo ubican entre los creadores y teóricos más trascendentales del último medio siglo y en figura clave de todo el ámbito conceptual.
“Creo que hay que pensar dos veces antes de hacer arte”, dice Camnitzer en un manifiesto que presentó en La Habana en 2008. Y puede agregarse que su propósito es, precisamente, desatar en el espectador procesos de pensamiento, que no se disuelven en la pura razón sino que mantienen viva la imaginación y la poesía. Y ello, en última instancia, significa que el planteamiento del artista logra transformar al espectador, quien ya no es un simple consumidor y coleccionista de objetos artísticos sino, él también, un productor de procesos estéticos. Y, por eso, toda la obra de Camnitzer está caracterizada por una perspectiva intensamente pedagógica: recorrer la exposición del Mamm equivale a dejarse llevar de la mano por muchos de los principales interrogantes que el hombre de nuestro tiempo se plantea ante el arte y que, generalmente, desembocan en asuntos de valor económico y de poder.
“Ventana” forma parte de un proceso que inició entre 2001 y 2002, presentado en la Documenta 11 de Kassel y replanteado desde 2010. En la instalación de Kassel era evidente que se trataba, en efecto, de la única ventana de una habitación, de 70 por 60 centímetros, tapiada con libros y concreto. Como ocurre muchas veces, la conservación y el montaje posterior hacen perder parte de las referencias especiales originales pero, seguramente, ofrecen la posibilidad de otras reflexiones.
Frente a una amplia serie de instalaciones y de papeles que recuerdan irónicamente el poder de las palabras o el fetichismo de la firma del artista convertido en una especie de rey Midas, estos libros transformados en ladrillos desencadenan nuevas sugerencias. En el lomo de muchos de ellos puede verse que se trata de libros sobre arte. Libros y especulaciones, por tanto, que nos encierran en un búnker artístico, dentro del que, al menos en apariencia, estamos salvados; pero, en realidad, son también conceptos solidificados que nos impiden conocer el mundo y que nos aprisionan en los límites artificiales del museo y del sistema del arte, sin posibilitarnos siquiera una discusión sobre el arte mismo.
O quizá no. En todo caso, lo fundamental aquí no es encontrar una especie de demostración lógica sino entrar en el proceso de la creación poética. Porque, como dice Luis Camnitzer, “me interesa que mis obras evoquen la mayor cantidad de cosas posibles en varios niveles”.

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