Por: Juan Carlos Franco | ||
Que quede claro de entrada, la mayoría de las obras sí hay que hacerlas. Pero… ¿que gracias a ellas se van a valorizar los predios? ¡Eso sí que está lejos de ser tan claro!
Antes, cuando la ciudad apenas estaba creciendo, era fácil demostrar que la construcción o ampliación de una vía aumentaba el valor de un predio, es decir, el precio al que un bien podría ponerse en el mercado. Pero hoy, con la ciudad –y en especial El Poblado- prácticamente saturada, el cuento es muy diferente. Aunque lo afirme frecuentemente la Administración, la historia exitosa de la valorización en décadas anteriores, que es innegable, no constituye prueba de que también será exitosa en este nuevo contexto. Para nuestras autoridades, sin embargo, esta incertidumbre no aplica. Por convicción personal, o porque les toca, se muestran absoluta e irreversiblemente seguras de que las vías e intercambios que vamos a construir tendrán un efecto directo, inmediato, sobre los avalúos de nuestros predios. No, no albergan la más remota duda de que aplicando muy discutibles fórmulas matemáticas sobre ciertas variables de muy (¡pero muy!) incierto comportamiento, se podrá determinar con total certidumbre y precisión cuánto subirá el valor de mercado de todos y cada uno de los predios de El Poblado. Y por consiguiente, cuánto tendrá que pagar su dueño, para compensar el favor. ¡Como si el mundo fuera tan lineal y predecible! Desde el punto de vista del afectado, no hay opciones: Le llegará su cuenta y a pagar se dijo. Desde el punto de vista del Municipio, el compromiso consiste en construir y poner a funcionar las obras con ese dinero. ¿Pero qué pasa si los predios finalmente no se valorizan, o peor aún, si se desvalorizan? Qué fácil será entonces, para alguna próxima administración, argumentar que (fue que) intervinieron otras variables económicas o demográficas que los modelos no consideraban. Jamás a nadie se le va a reconocer un peso. ¿No hay aquí una evidente asimetría de derechos y responsabilidades? En general, al ampliar y extender vías hay un alto riesgo de que sean atraídos más vehículos y se generen nuevos viajes en automóvil. Pero si esto se hace en un sector residencial, de por sí estrecho y ya saturado de población, edificaciones y tráfico, las consecuencias son mucho más complejas. Y si, por si fuera poco, consideramos que por Los Balsos se canalizará una proporción mucho mayor del tráfico de toda la ciudad hacia y desde el Oriente (aeropuerto, varias poblaciones de tamaño medio, miles de viviendas y fincas, colegios), fácilmente podrán duplicarse las emisiones tóxicas y los niveles de ruido. En esas condiciones, esperar una valorización de predios cerca a esta vía es, digamos, iluso. Yo no le apostaría, ni obligado. Corrijo. Sólo le apostaría obligado. Que es justamente lo que ahora todos haremos. Pero bueno, las obras hay que hacerlas y de una manera u otra es de nuestros bolsillos que tiene que salir el dinero. Tal vez, para la próxima vez, sea preferible ensayar otro mecanismo en el que no exista la muy gaseosa promesa de que gracias a ciertas mejoras viales podré salir a vender mi predio por un mayor valor. Por ejemplo, un aumento temporal en el impuesto predial. También tiene sus defectos, pero al menos no genera las expectativas que, por definición, están implícitas en una “valorización”. |
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