Ahora que se acercan las vacaciones, ahí está la Virgen, les quiero proponer un programa fabuloso a los que no van salir. Se trata de redescubrir las rutas gastronómicas de nuestra tierra montañera y maicera. Trabajando en el proyecto del 1er Concurso de cocina de fondas, pueblos y carreteras, me he dedicado a la deliciosa labor de conocer y volver a muchos pueblos antioqueños que mantienen nuestras tradiciones culinarias. Hemos progresado muchísimo en el mercado de los alimentos artesanales, verdaderas joyas de nuestra cocina, gracias al impulso de Antójate de Antioquia, con el cual se prueba la importancia del apoyo estatal y privado, ya que han sido cientos de familias las beneficiadas y hoy, sus negocios son verdaderas empresas que generan empleo en el campo, por fin.
Medellín – La Ceja – La Unión – Sonsón – Abejorral: la estrella de esta ruta, saliendo de La Unión, se llama Lácteos Buenavista, una lechería manejada por una cheese maker legítima, educada en Europa, que prepara quesos de vaca y cabra, impresionantes, con técnicas artesanales y curados hasta de 3 años. Allí se puede sentar a probar montones de exquisiteces con un vino o un café, mientras aprende sobre kéfir o yogur búlgaro, quesos, dips, arequipes y más. En La Ceja, en pleno parque, se conservan algunos bares y fondas antiguas que mantienen la tradición, al igual que Sonsón y Abejorral, dos bellezas paisas que merecen la visita.
Medellín – San Felix – San Pedro: lo mejor de esta ruta fue volver a la iglesia de San Pedro, una reliquia colonial única en el país, con réplica exacta de la Pietá, arquitectura y obras de arte impresionantes. A un paso de la iglesia, un lugar espectacular, la Parrilla La Estancia, cuya carta me gustó a pesar de dos o tres platos neopaisas que respeto pero no comparto por un gusto personal; sin embargo, la comida, la vajilla, el sitio, la gente y la decoración me encantaron. Por el contrario, en la carretera y el alto de los parapentes, tristemente la oferta se limita a arepas de paquete frías y fofas. Llama la atención que en esta tierra tan fría el plato estrella sea el róbalo, que en realidad es basa o panga traída de Vietnam, lo que resulta bastante decepcionante ante tantas delicias nuestras.
Medellín – Bolombolo – Andes – Jardín: a mí me va a dar algo, la fama de Jardín es poca ante su belleza y la inteligencia de sus autoridades, que conservaron el patrimonio arquitectónico y no han permitido la construcción de moles de ladrillo a la vista, como sí ocurrió en Andes, que se llenó de edificios iguales a los de Medellín. En fin, lo mejor de Jardín es la fábrica de dulces, que justifica cualquier recorrido. De Bolombolo llama la atención que en 40 años nada no han cambiado sus dos cuadras descuidadas y sucias, en donde hay un par de fruteras y dulcerías maravillosas, pero desaparecieron sus jugos famosos, ya que a todos les dio por venderlos y los dañaron. En Camilo C, descubrí la morcilla y los chorizos picantes del gordo Toro, cuya fama lo dice todo, demasiado ricos.
También hice el recorrido por Sopetrán, San Jerónimo y Santa Fe de Antioquia, en donde se rescatan las ventas de frutas y pulpas de tamarindo pero desapareció gran parte de la riqueza culinaria regional. Eso sí, muy buenos pandequesos por Palmitas. Llegué lleno a Santa Fe en donde sé que hay varios sitios ricos para visitar. Por El Peñol, me sigue encantando El Pescador, en donde me como mis chorizos favoritos… en fin, es mucho lo que tenemos para conocer, comer y gozar en nuestra Antioquia imperial y maicera. Espero sus recomendaciones en [email protected]
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Vacaciones culinarias paisas
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