Las universidades no pueden ser ajenas a la realidad de la sociedad. Se necesita un acercamiento con las comunidades
No podremos decir que no sabíamos y que no se nos había advertido: si el modelo de desarrollo continúa como va, las consecuencias para la vida de muchas especies (incluyéndonos) serán devastadoras. El desconocimiento no será una excusa válida: el año pasado, el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) hizo un llamado urgente a evitar que el aumento de la temperatura sobrepase los 1,5 °C a 2100, con el fin de evitar cambios catastróficos (si seguimos como vamos, el aumento podría ser de hasta 6 °C).
Por otro lado, la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Políticas para la Biodiversidad y los Servicios Ecosistémicos (IPBES) nos advierte que un millón de especies desaparecerán de la faz de la Tierra en los próximos años si no modificamos de manera drástica y valiente el rumbo del desarrollo.
Todos los sectores están llamados a actuar y por ello el 8 de mayo se realizó en Eafit el segundo Foro de Universidades Verdes, un evento organizado por el área de Cultura Ambiental de esta institución y la fundación Low Carbon City. Si bien todas las personas que participaron como ponentes (entre ellas el rector de la UPB, Pbro. Julio Jairo Ceballos, y Felipe Castro, subdirector del Centro para los ODS de la U. de Los Andes) hicieron aportes relevantes, me concentraré en los mensajes de las dos conferencias principales.
El Dr. Marco Rieckmann, profesor de la U. de Vechta, en Alemania, es una de las voces más respetadas en el campo de la Educación para el Desarrollo Sostenible. Con gran claridad, el profesor señaló que la educación, si ha de ser útil para aportar a la sostenibilidad, debe reorientarse para fomentar en la juventud el desarrollo de competencias como el pensamiento sistémico (para reconocer diferentes interacciones), el pensamiento crítico (para cuestionar normas y reflexionar sobre los valores), la colaboración (para aprender de otros y comprender y respetar sus necesidades y perspectivas), así como la autoconciencia (para reflexionar sobre el rol que cada uno tiene en la comunidad local y en la sociedad), entre otras.
También de manera muy clara resaltó que los problemas analizados en las investigaciones de las universidades no pueden ser ajenos a la realidad de la sociedad y que se necesita un acercamiento con las comunidades para conocer los retos que enfrentan e incorporarlos en los ejercicios de investigación y de docencia.
Amor para transformar la sociedad
Fue maravilloso contar con la Dra. Mabel Torres, profesora de la U. Tecnológica del Chocó e integrante de la Misión de los Sabios, en parte porque sus experiencias ejemplificaron el llamado hecho por el Rieckmann. Ella expuso los proyectos en los que ha trabajado para el aprovechamiento sostenible de la biodiversidad (¡nuestra mayor riqueza!), involucrando a las comunidades en proyectos de emprendimiento que se nutren del conocimiento ancestral, reducen el impacto sobre el medioambiente y generan bienestar social (en contraste con proyectos como Puerto de Tribugá, sobre el que, en respuesta a una pregunta que le hicieron desde el público, respondió que este no representa los intereses de la población y que si ese dinero se invirtiera en procesos que vienen articulándose desde hace años, se aportaría mucho más al desarrollo sostenible).
Al final de su conferencia, esta admirable mujer nos compartió sus lecciones aprendidas, de las cuales resalto dos: 1) se necesita amor para transformar la sociedad y hacerla sostenible y 2) no porque haya más dinero hay más riqueza.
Desde las universidades podemos hacer mucho para avanzar hacia una sociedad sostenible. Se han dado pasos importantes, pero podemos y debemos ir más rápido. Cierro este artículo citando el proverbio chino con el que se abrió el evento: “el mejor momento para plantar un árbol era hace veinte años; el segundo mejor momento es ahora”.