Una reliquia republicana

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En el homenaje que Vivir en El Poblado quiere hacer este año a los museos de Antioquia, nuestra portada trae un objeto relacionado con Simón Bolívar.

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¿Cuál es su importancia?

Muchas veces se ha dicho que en un museo todo puede ser útil, que incluso elementos aparentemente insignificantes pueden adquirir una significación trascendental.

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Un pequeño medallón que, según se afirma, contiene algunos cabellos del Libertador, podría parecer poca cosa; no pocos pensarán que, al igual que muchas reliquias, es imposible estar seguros de su autenticidad. Y muchos podrán recordar, también en este caso, que la historia de las reliquias está casi siempre más cerca del género de los relatos fantásticos que de hechos y acontecimientos que se puedan realmente documentar.

Este medallón es, en efecto, un objeto sin autor conocido cuya fecha de realización se ubica hacia 1830, teniendo en cuenta lo que sabemos sobre la muerte de Bolívar. No sé si existen informaciones seguras acerca de las vicisitudes que esos pocos cabellos hayan podido atravesar a lo largo del medio siglo que separan la muerte de Bolívar y la fundación del Museo de Antioquia. Sin embargo, si se analiza el hecho con serenidad, ni la pequeñez del objeto ni la incerteza de su origen y ni siquiera el posible fetichismo implícito en él, tocan el verdadero valor del medallón que, como todas las reliquias, se vincula, más bien, con un potencial significativo que encuentra su posibilidad de despliegue en un contexto cultural concreto.

Creo que lo realmente importante es que estamos ante una de las piezas que conformaron la Colección Fundacional de un Museo que nacía en las dramáticas circunstancias del país hacia 1880. El hecho de que su propietario haya decidido desprenderse de lo que, seguramente, consideraba un verdadero tesoro, carga el medallón de un valor que bien puede considerarse programático tanto para el Museo que nace como para la comunidad ante la cual se abre. Con una pieza como esta, los fundadores manifiestan su convicción de que, en medio de esa crisis, el Museo encarna una dimensión educativa fundamental, a través de la cual la comunidad llegará a asimilar los valores de la nación, de la civilidad y de la cultura.

Por: Carlos Arturo Fernández

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