Un pobre con jíquera

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Definitivamente en Medellín nos cuesta mucho “ver un pobre con jíquera”. Me duele y me parece inconcebible ver como aquí abren un restaurante peruano y en un año hay 15; montan unas alitas ricas y exitosas y en seis meses estamos invadidos de alitas y todo el mundo las mete a la carta; a un restaurante mexicano le va bien y hoy parecemos la plaza Garibaldi; y ahora llegó la moda de montar hamburgueserías “gourmet” y todos quieren vender hamburguesa “gourmet” (que apellido tan espantoso y mal aplicado)
No sé si es falta de imaginación, puro negocio y nada de vocación o simplemente somos los reyes de la envidia, cuando también hay gente sensacional montando nuevas propuestas, creativas, únicas y exitosas. Si uno va a montar un negocio, primero va y visita todo el sector y más bien piensa en algo que no exista, ya que, de lo contrario, muy probablemente esté destinado a fracasar.
Si quiere montar un nuevo mexicano, una buena idea es hacerlo en un municipio pequeño en donde sea novedad, como “Mis Cuates”, en el Santuario, un sitio fabuloso en donde a Isabel y Juan les va súper bien, pues son pioneros y únicos y, por supuesto, es el sitio de moda en el pueblo.
Como no me canso de repetir, es el colmo que a muchos de los nuevos chefs de tantas escuelas que nos invadieron, no se les ocurra más que salir a copiar y, peor aún, a regalar el trabajo; para algunos negocios el único argumento de venta es el precio y ponen a todo el sector a tambalear, compitiendo por lo bajo, con el riesgo que implica el uso de ingredientes de mala calidad y porciones de pichón con anorexia.

Comiendo rico
Recientemente conocí dos negocios de cocina étnica -uno italiano y el otro griego-, que me sorprendieron por su magnífica oferta, auténtica y rica. Se trata de Lucía, en pleno parque Lleras, en el hotel Charlee, y de Mykonos, a unas pocas cuadras de allí.
En Lucía, literalmente me di un banquete con platos del inventario italiano que no conocía ya que nadie más los ofrece en la ciudad. El sitio está muy a la altura del hotel que ahora, en manos del español apaisado Miguel Vich, desea cambiar su imagen de sitio sólo de rumba. El nuevo restaurante es de varios chefs con negocios reconocidos en Bogotá y Cartagena, quienes se arriesgaron a abrir en nuestro mercado tan complicado, con una oferta extraordinariamente elegante y exquisita.
En Mykonos me comí una súper ensalada griega que me descrestó (de Álvaro Echavarría), con queso de cabra y puras aceitunas negras griegas. Además, un plato de vegetales rellenos con un magnífico guiso de carne imposible de escribir y pronunciar; el encanto del sitio son las recetas de las mamás griegas de sus dueños. El remate fue triunfal con sus dulces mediterráneos.
Entre otras cosas, yo que he sido tan crítico de la oferta culinaria de los hoteles de la ciudad, debo reconocer que comí más que rico de manos del chef Darío Mejía, en el festival brasilero de rodizio, del Dann Carlton, y me sorprendió muy gratamente la nueva oferta culinaria del San Fernando Plaza, ahora en manos de Phillipe, auténtico chef francés de primera categoría. Su bufet para almuerzos es tan delicioso como su carta renovada.
¡Que vivan lo kilos cuando vienen de comer tan rico! Escríbanme a [email protected]

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