En nuestra portada, una obra del artista antioqueño Edwin Monsalve, maestro en Artes Plásticas de la Universidad de Antioquia.
La obra de Edwin Monsalve (Medellín, 1984) se remite con frecuencia a los trabajos de la Expedición Botánica liderada por José Celestino Mutis entre 1783 y 1813. El extraordinario trabajo científico de Mutis, que introdujo entre nosotros las ideas de racionalidad propias de la ciencia experimental, fue un momento clave para el conocimiento de nuestro patrimonio natural, recogido en láminas de excepcional claridad y de gran belleza que fueron enviadas a España por Pablo Morillo y reposan hoy en el Jardín Botánico de Madrid.
Aunque, en sentido estricto, no se crearon como obras de arte sino como ilustraciones científicas, hoy descubrimos en las láminas de la Expedición Botánica las raíces de un arte colombiano que se aparta de las representaciones políticas y religiosas tradicionales, y que, poco a poco, se abre al conocimiento y crítica de la realidad social y cultural. Porque el conocimiento de las riquezas naturales puede ser, al mismo tiempo, el punto de partida de la conciencia de su precariedad.
Y ese espacio, que también fue posibilitado por los aportes excepcionales de la Expedición Botánica, pero que ya no se limita a la exaltación de las riquezas naturales, ha sido ocupado por las reflexiones críticas de distintos artistas contemporáneos. Se trata de un espacio rico en matices que permite, por ejemplo, descubrir implicaciones que superan los estrictos campos botánicos y ecológicos para adentrarse en reflexiones de orden político, social y cultural.
La obra de Edwin Monsalve ofrece imágenes que una mirada veloz podría confundir con las láminas de la Expedición Botánica, de la cual retoma incluso la caligrafía. El artista, en efecto, respeta el estilo y las formas de las láminas científicas para ofrecernos la imagen de una planta real, en este caso de la Epidendrum bivalve, una especie que pertenece a una familia de orquídeas ampliamente extendida por todo el territorio americano.
Sin embargo, a diferencia del uso de lápices y acuarelas, que es lo normal en las láminas científicas, en este caso Edwin Monsalve trabaja con grafito, petróleo y carbón mineral, lo que genera la imagen de la destrucción masiva a la que estamos sometiendo nuestros recursos naturales. Ahora no se trata de la revelación de los valores de la planta, como ocurría en la Expedición Botánica, sino de todo lo contrario: la prueba y el rechazo de su dolorosa destrucción a raíz de nuestra inconsciencia.
Quizá una manifestación de esa problemática pueda descubrirse en el uso de laminilla de oro para crear las flores y para rodear todas las formas de la planta, como una especie de halo sagrado que no deja de ser retórico cuando, como en este caso, la vegetación está contaminada por el petróleo y el carbón. Es la misma retórica vacía de quienes afirman defender los valores ecológicos, con la condición de que ello no ponga en discusión las formas de vida y los modelos de progreso que destruyen la naturaleza. Una retórica en la que simplemente interesa la flor y que no quiere comprender que el problema no es exaltar un detalle de belleza sino la búsqueda de un equilibrio que garantice la protección de todo el sistema.
Por eso, frente a los esplendores de la Expedición Botánica, Edwin Monsalve nos trae las imágenes de un “Expedición extinción” que no se refiere solo a las plantas más vulnerables: no está en juego solo una hermosa flor sino también nuestra propia supervivencia y la continuidad de la tierra como un mundo vivo.