Entre lo que Petro manifestaba sobre la invasión de Rusia a Ucrania en febrero del 2022: “¡Qué Ucrania ni qué ocho cuartos!” y lo que manifiesta ahora que su violencia tocó las puertas del país: “Rusia ha atacado a tres civiles colombianos indefensos, viola así los protocolos de la guerra”, muchas injusticias han corrido bajo el puente de su mutismo. (Se le abona que aunque tarde e inexacto -Rusia no atacó a tres colombianos indefensos; atacó, como ha sido costumbre durante este atropello, a un montón de civiles indefensos entre los que se encontraban tres colombianos-, se haya pronunciado).
Tuvieron que situarse el escritor, Héctor Abad Faciolince, el ex comisionado de Paz, Sergio Jaramillo, y la periodista, Catalina Gómez, en el trayecto de un misil ruso disparado sobre una pizzería en Kramatorsk -el año pasado la ciudad ya había sufrido un atentado similar contra una estación de tren repleta de gente-, para que entendiera que, aunque los portavoces de Putin, allá y aquí, nieguen sus ataques indiscriminados contra la población, sí la están atacando. Sí. Y eso que Rusia ocupa asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
¿Y si los colombianos que estaban allí de parte del movimiento solidario Aguanta Ucrania -acompañados de la escritora Victoria Amelina, que tristemente no pudo sobrevivir para contarlo- no hubieran estado, el Presidente habría alzado su voz en favor de quienes sólo querían comerse una pizza, o hubiera seguido mirando para otro lado? Sospecho que lo segundo, es de los pocos dirigentes mundiales que se ha anclado en una neutralidad complaciente con el invasor.
Convendría recordarle las palabras del pastor luterano, Martín Niemöler –atribuidas al dramaturgo Bertold Brecht-, dirigidas a los intelectuales tras la llegada del nazismo: Primero vinieron por los socialistas, y yo no dije nada porque yo no era socialista./ Luego vinieron por los sindicalistas, y yo no dije nada porque yo no era sindicalista./ Luego vinieron por los judíos, y yo no dije nada porque yo no era judío./ Luego vinieron por mí, y no quedó nadie para hablar por mí. (Niemöler padeció ocho años de campos de concentración). Luego vinieron por los ucranianos, y yo no dije nada porque yo no era ucraniano… Cómo duele la indiferencia del homo sapiens.
Y las del filósofo esloveno, Slavoj Zizek, dirigidas a la actual intelectualidad silenciosa frente al atropello mencionado: “Los ucranianos han sido atacados, están defendiendo a su país. Es un verdadero milagro: creen en su libertad y luchan por ella. Si te consideras a ti mismo de izquierdas, tienes que simpatizar con ellos. Es más, hay que dar un paso al frente y decir que los ucranianos, al resistirse a Putin, están ayudando a Rusia a democratizarse a largo plazo. Es obvio”. Muy obvio, el pueblo ruso también está sufriendo.
ETCÉTERA: Las disculpas que llegaron del frío, cargadas de ironía y culpando a las víctimas: “… A nuestro juicio la ciudad cercana al frente, convertida en un hub operacional y logístico-militar, no es un lugar apropiado para degustar platos de comida ucraniana… Los representantes del amigo pueblo colombiano deben abstenerse de visitar territorios y lugares de acciones bélicas”. Extraña diplomacia, mejor no hubieran dicho ni mu. #AguantaUcrania