No debe haber muchas ciudades con tan poca ambición, capaces de invertir tanto dinero en una vía directa a su aeropuerto y no obligar a que sea doble calzada desde el primer día.
A medida que se acerca la terminación y entrega del Túnel de Oriente, se hacen más frecuentes las noticias con detalles sobre tan importante, tan esperada, tan controversial obra.
Lo primero es que, a pesar de tantos años de espera y preparación, realmente no, no estamos preparados. Se tiene claro cómo se va a circular dentro de la obra -es decir, entre el Seminario y el Aeropuerto- pero nadie tiene claro cómo se va a circular en sus cercanías y zonas de influencia.
Los alcaldes de los municipios involucrados afirman que no tienen cómo recibir o conducir el -supuestamente- alto tráfico que entrará y saldrá de esta obra. Podrá ser muy rápida y moderna, pero acceder o salir de ella no será fácil.
Lo de “rápida y moderna” estaría muy bien, si hoy fuera 1999 y no 2019. Además de Medellín, no debe haber muchas ciudades con tan poca ambición, capaces de invertir tanto dinero en una vía directa a su aeropuerto y no obligar a que sea doble calzada desde el primer día.
Y todos los reportes, entusiastas, mencionan que el tiempo hasta al aeropuerto “bajará de 45 a solo 18 minutos”. Ningún periodista omite mencionar este ahorro. ¿Seguro? ¿18 minutos contados desde dónde? Obvio, no será desde San Diego ni desde El Poblado. Tiene que ser desde el Seminario, desde la propia entrada al primer túnel.
Pero llegar desde el Seminario al Aeropuerto por la vía actual (Las Palmas y la Variante) no pasa de 30, máximo 35 minutos, rara vez 45. El ahorro entonces no sería de 27 sino de unos 15 minutos.
Contando desde otra parte, por ejemplo desde la plaza de El Poblado, tomará al menos 15 minutos subir al Seminario, con lo que llegar al aeropuerto por el Túnel tomará unos 33 minutos. ¿Y cuánto por la vía actual? No más de 40.
Y desde La Aguacatala, o desde más al Sur, seguro será más rápido por la vieja que por la nueva. El famoso ahorro de tiempo aplicará pocas veces.
En igualdad de condiciones, un conductor promedio tomaría algunas veces el Túnel y otras veces la vía actual, dependiendo de su punto de partida. Pero si el peaje resulta ser más caro por el Túnel (y tal vez mucho más), tenderá a preferir el Alto de Las Palmas.
Y si consideramos que circular al aire libre es mucho menos estresante que por un túnel de 8 kilómetros (que prohíbe sobrepasos), entonces nuestra megaobra va a jugar siempre en desventaja. Y si añadimos que por Las Palmas hay doble calzada hasta el Alto, pero por el Túnel todo, todo, es de calzada simple, bajan aún más las posibilidades.
Más aún, si el conductor se acerca al Seminario para tomar la nueva vía y se encuentra un embudo de carros para ingresar al primer túnel -recordar que solo es de calzada simple- tendrá toda nuestra comprensión si decide seguir de largo por Las Palmas hacia el Alto y dejar el túnel para otra oportunidad.
En esta capital del embudo, si al túnel no le asignan un peaje igual o menor que el actual de la Variante de Las Palmas ($11.400), tendrá una alta probabilidad de fracaso comercial, financiero y de movilidad.
No, ¡no estábamos preparados!