Tres generaciones, cien años y un mismo techo de cristal 

Mi abuela tenía un talento natural para hacer rendir todo. No sé si alguien se lo reconoció formalmente, pero yo lo veía. Administraba las cuentas de la casa con precisión, llevaba los cobros de los vecinos cuando vendía la ropa que cosía para completar el mercado, y organizaba los turnos de cuidado cuando alguien enfermaba. Siempre me he preguntado qué habría pasado si hubiera tenido la oportunidad de estudiar. Quizás habría sido administradora de empresas, habría liderado un equipo, creado su propio negocio. Pero en su tiempo, eso no era siquiera una posibilidad. Ni soñarlo. A las mujeres se les educaba para servir, para cuidar, para estar en segundo plano.

Mi mamá ya tuvo un poco más de margen. Estudió una tecnología, y brilló en un cargo asistencial. Con la llegada de mi hermano y luego la mía, decidió pausar todo un tiempo. Aun así, lo logró. Y gracias a su ejemplo —y a muchos otros esfuerzos familiares— yo pude aspirar luego a hacer un doctorado en ingeniería. A veces pienso que mi título no es solo mío, es de tres generaciones que, en menos de cien años, pasamos de no tener derecho a estudiar, a lograr un doctorado, pero también pienso en todo lo que aún falta.

Solo hasta 1933 las mujeres pudimos ingresar legalmente a la universidad en Colombia. Es decir, llevamos apenas 91 años abriendo camino en un sistema que, por siglos, nos excluyó, menos de cuatro generaciones intentando derribar barreras que son más profundas de lo que las cifras aparentan.

Y es que sí, en Medellín hemos avanzado, según el Observatorio de Igualdad de Género de Medellín, con datos entregados por Sapiencia, las mujeres representamos el 50.92 % de las personas inscritas en programas postsecundarios y el 55.3 % de quienes se graduaron. Estos números, sin duda, hablan de progreso. Pero si miramos más de cerca, la brecha persiste: solo el 17.46 % de las mujeres egresadas lo hizo en áreas como ingeniería, ciencias básicas y urbanismo, mientras que más del 58 % se concentró en campos como ciencias sociales.

El talento está. El interés también. Entonces, ¿por qué tan pocas eligen o permanecen en carreras STEM (ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas)? ¿Por qué en los niveles avanzados, como los posgrados, la participación de mujeres se reduce drásticamente?

Las respuestas están en las condiciones estructurales: aunque las mujeres acceden y se gradúan en pregrado, su presencia en especializaciones, maestrías o doctorados sigue siendo baja. No es por falta de capacidad, sino por las barreras que se levantan en el camino: menor disponibilidad de tiempo por las responsabilidades de cuidado, brechas en competencias como el inglés (donde el 62 % de las mujeres reporta niveles bajos o muy bajos), y la falta de representación en espacios dominados históricamente por hombres.

A esto se suman los estereotipos que siguen presentes, incluso cuando no los vemos. En muchos contextos, una mujer tiene que demostrar el doble para ser tomada en serio en un laboratorio, en un equipo de desarrollo o en una junta directiva. Y eso agota. No todas pueden —ni quieren— vivir en modo “resistencia” permanente.

Por eso, desde la Universidad EIA asumimos el compromiso de impulsar acciones concretas que permitan cerrar estas brechas, no se trata solo de atraer más mujeres a las carreras STEM, sino de crear entornos que permitan su permanencia, crecimiento y liderazgo.

En esa línea, estamos orgullosos de participar en la convocatoria Estímulos a los Talentos y Liderazgos de las Mujeres 2025, una iniciativa promovida por la Secretaría de las Mujeres de Medellín que busca reconocer, fortalecer y visibilizar los liderazgos de las mujeres. Desde EIA nos sumamos como institución aliada porque creemos que el acceso equitativo a la educación —especialmente en los estudios de posgrado, donde las brechas son aún más abismales— es clave para la transformación social.

Este año, la convocatoria entregará un reconocimiento de $9,5 millones a la mujer que resulte seleccionada y una beca de posgrado, como una forma concreta de respaldar su trayectoria y sus apuestas de futuro. Las interesadas pueden postularse a través del sitio web: www.medellin.gov.co/estimuloscultura/mujeres

Esta convocatoria es una apuesta por cambiar las reglas del juego porque mientras las mujeres sigan dependiendo del azar, del privilegio o de la fuerza sobrehumana para avanzar en sus trayectorias académicas y profesionales, el sistema seguirá fallando. Reconocer y apoyar el talento no es una concesión: es una decisión política, institucional y cultural que nos beneficia a todos.

El futuro de la innovación, de la ciencia y de la tecnología será más sostenible si es más diverso. Y Medellín tiene el talento, lo tiene en sus barrios, en sus veredas, en sus comunas, estoy segura de que hay niñas que hoy sueñan con ser ingenieras, científicas, desarrolladoras y creadoras de soluciones. Lo que necesitan es que su entorno les diga: “puedes hacerlo y no estás sola”.

Mi abuela no tuvo esa oportunidad. Mi mamá se la abrió a pulso. Yo la aproveché gracias a ambas. Ahora como parte del sistema educativo quisiera asegurar que quienes vienen detrás tengan caminos más despejados y menos solitarios. Que la participación de las mujeres en STEM no dependa del sacrificio personal, sino de un sistema que las reconozca y las potencie.

Porque avanzar no es suficiente si el sistema no acompaña y cien años no bastan para cerrar un techo de cristal que aún pesa demasiado. Pero estamos en el camino y lo estamos abriendo juntos.

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