¿Qué se necesita para mover “Escena con Jinete”, el único mural de Fernando Botero, desde el centro comercial New York, en el centro de Medellín, hasta el Museo de Antioquia? Después de 5 años, esta obra de uno de los artistas antioqueños más reconocidos, llega a su casa definitiva.
El operativo de traslado comenzó este domingo 15 de agosto a las 6 de la mañana. Desde esa hora, Jairo Mora, el restaurador jefe, estaba dentro del centro comercial New York para el día que él, junto a su equipo, la gente del Museo de Antioquia, Comfama y Argos (aliados de este proceso) se habían preparado desde hace varios meses, años: el traslado del mural “Escena con Jinete” hasta el Museo de Antioquia, a unas cuadras de allí.
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Para quienes creen en lo intangible y la vida más allá de lo visible, allí también estaba Rodolfo Vallín, un hombre nacido en México que trabajaba en los procesos de restauración de varias obras en Colombia, y al mismo tiempo se convirtió en el maestro de Jorge; falleció en enero sin poder participar físicamente en este movimiento. “Escena con Jinete” fue pintada por Fernando Botero en 1960, cuando su nombre aún era desconocido, y el tramo más relevante en su camino por el mundo del arte estaba aún por ser recorrido. Mide 2.5 metros con 9,07 metros y sus partes pesan alrededor de 2 toneladas, en total.
Cuenta la historia y algunos conocedores que “Escena con Jinete” fue pintado por Fernando Botero gracias a un encargo del Banco Central Hipotecario que quería su obra en este edificio. Posteriormente, este lugar fue comprado por una caja de compensación familiar, que posteriormente y ante sus dificultades económicas, vendió el lugar a unas personas que lo convirtieron en un estacionamiento de motos y en centro comercial. Aunque muchas personas se fueron, el mural se quedó ahí por todas las acciones que implicaba moverlo y que hoy, finalmente, fueron posible.
De New York al Museo de Antioquia
El centro comercial New York está localizado en la calle Cúcuta, muy cerca de la calle Colombia, y también del Museo de Antioquia, en el centro de Medellín. Una vitrina en la que se observan maniquíes sin cabeza y ropa elaborada principalmente en China, recibe a los visitantes. Alrededor hay algunos restaurantes, parqueaderos de motos, y edificios de apartamentos con personas que a través de su ventana observa un hecho atípico de domingo. Cuando la puerta de vidrio se abre, un grupo numeroso de fotógrafos es el encargado de entrar a este lugar donde unos metros más adelante, Jairo Mora y el grupo que lo acompaña, trabajan en la labor de desprendimiento de un mural que ya perdió la mayoría de sus ladrillos y piedras (para facilitar el traslado) y se reduce a su parte estrictamente vital.
Llegar hasta este momento implicó negociar con el centro comercial, retrasar el proceso varios meses por el cierre obligado de la vida ante la pandemia, concertar el traslado de un almacén que estaba muy cerca del mural y trabajar por varios meses entre las 6 de la tarde y la 6 de la mañana para no alterar el ritmo de los locales comerciales durante el día. El dueño de uno de ellos, José Leoncio Santa, cuenta: “mucha gente no sabía que aquí había un mural de Botero. Se enteró cuando lo cubrieron y empezaron los trabajos. En general, hicieron un trabajo muy silencioso y se esforzaron mucho para reducir el polvo y cualquier incomodidad”.
Carlos Uribe, director de curaduría del Museo de Antioquia, explica que esta no es la primera vez que un mural es trasladado en Colombia. En Barranquilla fue necesario mover un mural de Alejandro Obregón y en San Francisco, Estados Unidos, se trasladó en el pasado mes de junio, “Unidad Panamericana”, de Diego Rivera, uno de 10 paneles y casi 20 toneladas. Y agrega que este traslado aporta valor al museo, un lugar que celebrará 140 años de fundación el próximo 29 de noviembre y es el espacio del mundo que reúne el mayor número de obras de Fernando Botero, un artista que lo ha apoyado con donaciones realizadas en 1974, 1977, 1999 y 2012.
Respecto a este movimiento del mural, Carlos Uribe cuenta que el maestro Fernando Botero manifestó su emoción y hasta su casa en Italia llegará un paquete con imágenes a través del cual verá todo el proceso.
Desde muy temprano estuvo aquí María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia. Con su calma conocida y concentración en el momento, manifestó el significado de este suceso y las razones: “el muro estaba en un lugar complicado para su difusión y divulgación y ya estaba empezando a enfrentar serios deterioros derivados de necesidades que tiene el edificio en su mantenimiento. La apropiación es una forma de protección del patrimonio. Hace unos 7 años se empezaron a ver algunas condiciones que dejaron ver que el edificio no podía mantener la custodia del muro (como la presencia de motos cuyo hollín afecta la pintura), y hace 5, empezaron a ver la viabilidades jurídicas y técnicas para hacer el traslado. Tres años atrás, vimos que era posible hacerlo al sumar a los aliados: Comfama, Argos y el ministerio de Cultura. Comenzamos a buscar la ruta y los expertos”.
Tres aliados principales y sin Alcaldía de Medellín
Todo este proceso de traslado de una obra que hace parte del patrimonio cultural de Medellín, Colombia, y el mundo fue posible gracias al apoyo económico y logístico de Comfama y Argos. A ellos se sumó el ministerio colombiano de Cultura. Al sitio también llegó Jorge Mario Puerta, director ejecutivo de Corpocentro, y Marcela Trujillo, directora del Instituto de Cultura y Patrimonio de Antioquia. Aunque fue invitada a asistir y a participar en el proceso, la Alcaldía de Medellín fue la principal ausente en este día: no aportó dinero y tampoco asistió ninguno de sus funcionarios. Este hecho que se convierte en un mensaje, también, respecto al cuidado del patrimonio, tampoco fue mencionado en sus redes sociales.
Sobre el significado de un hecho como este, Maria del Rosario Escobar agregó: “para el museo significa mucho y también para la ciudad de Medellín, el país, y la humanidad, ya que se trata del maestro Fernando Botero, uno de los artistas latinoamericanos más emblemáticos y reconocidos en el mundo. Esta obra es de una belleza y una rareza única. Representa el cierre de un ciclo: su permanencia en Medellín y en Colombia. Después de pintarlo, él salió de la ciudad y el país y comienza un periplo que lo lleva a su reconocimiento. Al mismo tiempo presenta un estilo que él estaba cultivando y que se suma a una tradición del paisaje y la representación pictórica latinoamericana y colombiana. Es la representación de un hombre a caballo con todo lo que eso significa en la tradición de la historia del arte y una escena un poco confusa y también metafórica de un relato épico. Por esta temática y dimensiones, esta pintura cumple la función de tejer los pisos del museo del siglo XX con la donación Botero, también. Junto a los murales que el maestro Pedro Nel Gómez pintó, se suma a tejer estos relatos, y empieza a representar una manera redonda y ajustada de todo aquello que el museo ha estado trabajando durante estos 140 años de trabajo por el arte colombiano. La sala donde está este mural se abrirá el 29 de noviembre, como celebración de este aniversario en la que el museo mostrará su capacidad de resignificar las obras, trabajar por ellas y ponerlas en valor”.
Camilo Castaño, curador del Museo de Antioquia, expresó su emoción a las afueras de este lugar, y en los minutos posteriores al traslado: “Estoy muy conmovido por rescatar esta obra que es patrimonio y tiene un valor histórico y artístico para la ciudad, el país, y el mundo”. Y agregó: “Este mural va a conversar con las demás obras del museo, y se convierte en un precedente positivo”, en una ciudad donde aún nos falta avanzar y aprender en temas de patrimonio.
Sobre su trabajo y las razones que lo inspiran, Jairo Mora, manifestó que “si no se realizaran labores como esta, se perdería mucha parte de la historia, tanto como hemos evolucionado como nación, como seres humanos”.