Las noticias de la mañana trajeron el atisbo de una hermosa zarigüeya que corría por la mitad de la calle con su bolsita cargada de crías. Frené el carro y me quedé un rato observando el espectáculo que ese día la naturaleza tenía destinado para mí. Pero, había algo que no cuadraba en el paisaje: la madre parecía estar asustada y desesperada. “Son ideas tuyas, Perla… que todo lo humanizas”, pensé. Sin embargo, una serie de sonidos explosivos corroboraron mi hipótesis, aquella hermosa marsupial estaba desorientada y temerosa. Los sonidos provenían de un globo de mecha cargado de pólvora, imagen a la cual hemos tenido que acostumbrarnos, con el paso del tiempo, en el Oriente de Antioquia.
Los hechos ocurrieron en la vía El Canadá de El Carmen de Viboral y, aunque no volví a ver zarigüeyas, sí he revivido, al menos unas cinco veces, la imagen de aquel globo cargado de pólvora en diferentes municipios de la región. El dato no tan amable: ha ocurrido entre los últimos tres días de noviembre y los primeros de diciembre de 2024.
Cada año vemos cómo se incrementa el uso de la pólvora en nuestros municipios. La expresión: ¡Huir de la alborada!, ya nos es familiar y recurrente. En las tiendas venden totes y papeletas, algunas personas llegan desde Medellín hasta sus fincas cargadas de voladores y chorrillos y tirar globos parece ser un reto para desafiar la física. “Todo lo que sube tiene que caer”, nos recuerda una famosa canción de salsa. Siendo el 2 de diciembre, Antioquia ya reporta 19 quemados por pólvora y de ellos cuatro son del Oriente.
He intentado conversar con algunas personas a las que les gustan estas prácticas, entre ellas mi vecina, con quien una vez tuve que ponerme muy seria porque a su hija menor de edad, como ella misma lo expresa, “le encanta la pólvora” y, sumaría yo, asustar a mis perros cuando tira papeletas, en el portón de mi casa. Lo que argumenta, tanto ella como otras personas con quien he conversado, es que “los globos y la pólvora siempre han sido una tradición”. También dicen que “no debería prohibirse” y que “ahora no tienen que viajar a Medellín para poder ver la alborada”.
Ese remanso que antes era el Oriente a donde huíamos para descansar y regocijarnos en el silencio, corre el riesgo de apestar a “gasolina y hollín”, de convertirse en otra “pequeña Detroit”, como en algún momento describió Gonzalo Arango a la capital de los antioqueños. ¡Estamos a tiempo de cambiar la realidad!
¿Qué hacer? Las campañas en redes sociales pueden llevar mensajes interesantes y son necesarias; pero, ¿son realmente efectivas? Intervenir los comportamientos de quienes ejercen estas prácticas (ayudados de la ciencia), educar en los colegios y en las empresas y generar, no durante un mes sino durante todo el año, consciencia por la vida regional que nos habita, puede traer a largo plazo algunas soluciones. Tradición en su etimología, quiere decir entregar entre generaciones y esa entrega puede variar con los años. Está en nuestras manos procurar que tradición y traición no sean palabras que se pronuncien de una forma similar.