Tomando vinos sentado en unas escaleras

Relato de la la experiencia de tomar vino en unas escaleras en Oporto, en el mercado de Bolhão, Portugal.

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Me compré mis copas de vino en un puesto donde, además, dan abrazos gratis y fui a disfrutármelas sentado en el suelo, en una gradería en la que hay que hacerse lugar para ver el paso de gente que también va y viene muy feliz: así fue el tardeo de este sábado bonito de otoño en uno de los lugares más representativos de Oporto, en el mercado de Bolhão.

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De la experiencia de tomar vino en escaleras, Plaka, en las laderas de la Acrópolis, y La Valeta, en Malta, me habían dado ratos muy felices. Ahora apareció esta plaza portuense, un monumento de interés público que reúne a más de 70 comerciantes de pescadería, legumbres, verduras, frutas, artesanías, dulces, platos preparados y bebidas.

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Tiene entradas por todos sus costados y el acceso por la Rúa de Fernandes Tomás es el de la magia porque sirve de mirador de una joya de la identidad local y toma forma de gradería para seguir el paso de centenares de transeúntes con vinos y viandas que encantan los antojos de la tarde.

El puesto de Rosa

Al estilo de los viejos Paraditos de la calle Colombia, en Medellín (detenga su marcha, tómese un trago y siga su camino, sin mesas ni meseros, todo de pie y breve), el puesto de Rosa Gonçalves es para elegir, pagar y abrirse. Y regalan abrazos. La copa de Oporto es a menos de 10.500 pesos y de la Oporto 10 años a poco más de 20.000.

La bienvenida la da Felipe, londinense, estudiante y trabajador en Bolhão. Él y sus compañeros de puesto explican el vino y le proponen maridaje, muy necesario porque si hay un país donde las cepas se salgan de lo común es Portugal. Aquí el menú lo supera a uno: tinta roriz, touriga nacional, alicante bouschet, aragonés, castelão, trincadeira; o las blancas arinto, fernão-pires o viosinho. Ya habrá tiempo de entender; el portuense, como todo trabajador del vino, es simpático y generoso.

La elección fue por un encruzado, de notas minerales, que, según la propia Rosa irían muy bien con un combo de la Casa das Ostras, “las mejores de Bolhão”. Tres por 20.000 pesos con seis langostinos por otros veinte mil y pico.

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A tirar escalera 

Luego dudé si debí pedir sardinas en el puesto del frente. O una pasta arrabiata preparada sobre rueda de parmesano. O un plato en Culto ao Bacalhau. Habrá que volver.

Los vinos de Quintero
No es la señal de la victoria ¿O sí? Dos copas de Oporto blanco son un buen galardón para cerrar la tarde de otoño, que se iba poniendo fría. Felipe recomendó beberlas sin comida, para apreciar toda su magia.

Con todo el show a la vista, pensé que Bolhão es un parque de diversiones, donde no hay montaña rusa, pero sí Oporto 20 años servido por copa, madurados, aceitunas, pastel de nata y francesinha, como para picar sin repetir. Recordé a Lorenzo Villegas, defensor de las plazas de mercado como “los lugares perfectos para conocer y comer bien. Allí se aprende de idiosincrasia, de historia, de sabores y cultura”, y también a Diana Orozco, y sus delicias de La Calle, en la plaza de La América.

Además, volví a entender lo versátil y dispuesto del vino. Con todo y la relevancia y la estatura de Portugal en la industria (sus bodegas de Vila Nova de Gaia son Patrimonio de la Humanidad y es líder mundial en producción de corcho y en variedades de uvas), uno también se puede tomar sus vinitos en el suelo, sin pretensiones ni estrés. A la buena altura de una tribuna en escaleras.

VINOS PORTUGUESES EN COLOMBIA

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 Tenemos opciones en tiendas y supermercados, pero queda mucho camino por abrir. Al buen y conocido mapa de malbec, carmenere, merlot bien vale enriquecerlo con las variedades únicas de Portugal. El país es reconocido como uno de los de mayor número de variedades de uvas, con cerca de 300.

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